En el momento en que escribo esta nota, Donald Trump está a unas horas de asumir nuevamente la presidencia de Estados Unidos, lo que impide analizar las primeras acciones tomadas al iniciar su mandato. Pese a la incertidumbre que hoy atraviesa al orden global, una cosa es segura. El 47º presidente del país del norte gobernará sometiendo al mundo entero a los intereses de la oligarquía tecnológica que lo acompaña en su aventura de “reconfigurar” al imperio estadounidense, aún fuerte, pero, con signos de decadencia.

Poco importa que en las últimas elecciones Donald Trump haya conseguido el dominio del partido republicano en la Casa Blanca, en el Senado y en la Cámara de Representantes. Para el personaje que llega a la presidencia, las instituciones creadas por los “padres fundadores” de la democracia liberal estadounidense no tienen relevancia, como lo mostró el 6 de enero de 2021, luego de que sus seguidores tomaran la sede del Congreso en Washington, D. C., tras perder las elecciones frente al demócrata Joe Biden.

El retorno de Trump a la Casa Blanca va seguido de la implosión del orden democrático liberal, expresado en la pérdida de confianza hacia valores como el bien común, la garantía de los derechos y la igualdad entre las personas y los pueblos, desplazados por el “muro de la intolerancia”. El populismo de derecha “trumpista” está empeñado en retornar a un mundo menos abierto y con menores libertades individuales para el ciudadano corriente. A cambio, posiciona a la tecnología como la nueva protagonista de los modelos productivos y de generación y distribución de rentas en economías avanzadas.

Paradójicamente, el modelo en curso entra en conflicto con las funciones que realizan las personas en el mercado laboral. Según estudios realizados por la OCDE, la Oxford Martin School y el World Economic Forum, en las próximas dos décadas podrían desaparecer hasta el 50% de los empleos actuales, dependiendo de la velocidad de adopción tecnológica en el tiempo.

En este marco se inscribe la amenaza de deportación masiva de indocumentados, que no sólo lastima a nuestros connacionales, sino que prefigura el radical desempleo por venir al que estarán sometidos los trabajadores “blancos” estadounidenses.

Los grandes beneficiados de esta proceso son los inversionistas propietarios de los consorcios del sector tecnológico; productores de la acelerada precarización de los trabajadores y del crecimiento sin límite de la desigualdad.

En su mensaje de despedida de la Casa Blanca, Joe Biden advirtió: “Hoy está tomando forma en Estados Unidos una oligarquía de extrema riqueza, poder e influencia que amenaza nuestra democracia, nuestros derechos básicos y nuestra libertad”.

La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos es protagonizada por la oligarquía. El gobierno de los ricos desplaza a los políticos y “toma por asalto” la Casa Blanca. El expansionismo y la política basada en la fuerza no requiere más justificación. La élite económica y financiera configurada en torno a los complejos tecnológicos-armamentistas, liderada por Elon Musk, acompaña a un presidente emanado de un imperio en decadencia, pero, aún, con mucho poder.

Doctorada en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y Posdoctorada por la Universidad de Yale

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