El objetivo de este artículo es presentar varias técnicas útiles para que docentes y familias puedan facilitar la regulación de las emociones durante la infancia y la adolescencia a través del uso del celular. Con el celular se puede facilitar la respiración, la imaginería, etc, pero en este caso, se trata de técnicas donde el celular constituye una herramienta en sí misma.
Ir directo a la “técnica” pareciera práctico y útil. Sin embargo, este mismo tecnicismo puede estar ocasionando varios problemas, que pueden ser evitados con algunas precisiones previas, y la práctica basada en ellos. Veamos algunas precisiones útiles para ayudar a otras personas en su regulación emocional.
Las emociones tienen componentes fisiológicos (circulación sanguínea, respiración, etc), subjetivos (valor que se asigna a determinados estímulos), y conductuales. Por lo tanto, una buena regulación emocional no se encarga sólo se disminuir la respuesta conductual, sino de ayudar a la persona a reevaluar las cosas a las que le presta atención, la forma en que percibe y valora psicológicamente una situación, a poder darse cuenta de sus pensamientos, y a valorar y practicar respuestas conductuales respetuosas y saludables desde el punto de vista de la salud individual, pero también para la buena convivencia.
¿Cómo se logra esto? Veamos cinco principios de trabajo.
Aprendizaje implícito y currículum oculto: A veces queremos que un niño aprenda a regular sus emociones cuando atraviesa por una crisis, cuando en realidad, este puede ser el peor momento para ello. La regulación emocional se puede aprender todos los días en todo lo que hacemos. ¿Qué contenido tiene la música que escuchan sus hijos? ¿qué ídolos siguen sus hijos? y ¿por qué? ¿cómo nos tratamos delante de ellos? Todo este repertorio de acciones puede formar parte de lo que se nombra como aprendizaje implícito, que no es más que lo que las personas aprenden cada día sin que esté declarado necesariamente, por ejemplo, en los programas formales de estudio. Un lugar especial en esta lista lo tienen los aprendizajes contradictorios que limitan avanzar en la regulación saludable de las emociones. Por ejemplo, hay quien cree que sentir una emoción es “quebrarse”, que pedir ayuda puede ser una muestra de debilidad, o que la dureza es lo mismo que la resiliencia. De ahí que antes de comenzar una intervención en regulación emocional, sea clave identificar estos nudos críticos que limitan los avances. También, que sea necesario trabajar con los significados construidos y reproducidos cada día en las comunidades. Este es un eje clave de trabajo si queremos facilitar la regulación emocional con enfoque preventivo.
Abrir los canales emocionales para reevaluar: ¿Se podría emitir una señal de radio sin una antena de recepción? Así sucede con la emocionalidad. ¿Cuántas personas conoce usted que han rechazado un abrazo o no están dispuestas a recibir ayuda? Yo conozco a varias. Esto demuestra que, en materia de aprendizaje socioemocional, no basta la intención de ayuda para que otras personas estén abiertas a recibirla. Para que alguien pueda pensar en sus emociones, y sentir sus pensamientos, es necesario que reflexionemos con ella, pero con respeto. Cuando las observaciones y señalamientos ocasionan pena, miedo o sentimientos de minusvalía, el sistema nervioso se “cierra”. Por eso es tan importante trabajar primero con las emociones llamadas epistémicas, como lo son la gratitud, la seguridad, y la confianza. Sólo así, en lugar de reprimir sus emociones, lo que tiende a generar conductas impulsivas a mediano y largo plazo, la persona podrá permitirse explorar sinceramente en sus propias emociones, y reevaluarlas cuando sea necesario.
En los dos principios anteriores hay otro implícito, y es que quien ayuda a otras personas a regular sus emociones, debe tener una buena capacidad vincular. Es decir, debe entrenar constantemente la sensibilidad, la empatía, y la capacidad de mirar constantemente la forma en que las emociones de otras personas inciden en las suyas propias, y esto se expresa en su comportamiento. Una forma de aplicación de este principio es facilitando oportunidades para que la persona pueda generar sus propias vivencias positivas. Por ejemplo, para que niñas y niños puedan aprender a tomar la iniciativa en la ayuda de los demás, aprendan y sientan el valor de la gratitud, así como a elogiar el comportamiento de otros, aceptar los elogios de otros, y aprendan a expresar su disenso de forma respetuosa. Estas son habilidades que hacen la diferencia en materia de regulación emocional, y les permiten a las personas pasar de la evitación de emociones displacenteras, a la búsqueda activa y responsable de emociones gratificantes y constructivas. Del cerebro en modo espera, al cerebro en modo iniciativa y construcción del bienestar.
El cuarto principio me gusta mucho por su alcance y esencia: el trabajo con el sentido. ¿Por qué a pesar de que se enseñan muchas técnicas de regulación emocional a niñas y niños, pueden persistir en algunas desregulaciones? Puede haber muchos procesos implicados, pero por espacio sólo me referiré a uno de ellos: la propia tecnificación del aprendizaje socioemocional. ¿Qué significa esto? Que a veces se utilizan varias técnicas sin apuntar, por decirlo de alguna forma, al núcleo más importante de la personalidad. Se trata de la forma en que vemos y asumimos al “otro”. Se puede enseñar a un niño a comunicarse para resolver conflictos, se puede enseñar a una persona a decir cosas que muestren cordialidad, pero lo más decisivo para un cambio genuino y duradero a largo plazo, es enseñarle a “ver” al otro como una persona tan digna como él. A ver al otro en un plano horizontal, como una persona tan valiosa como él o ella. De esta concepción se desprende una forma de sentir, pensar y tratar al resto, que incide en una amplia gama de desafíos. Estos hallazgos estén respaldados por el trabajo de autores como Husserl y Levinas. Este principio implica un trabajo transversal. En otras palabras, en lugar de trabajar largos inventarios de competencias socioemocionales, apuntémosle a las piedras angulares. De ahí que sea necesaria una gestión integrada, y que, del trabajo con la seguridad, la autoestima, la identidad y el sentido de pertenencia, pueda derivarse realmente una mejor convivencia escolar.
Pertinencia etaria: Cada técnica debe utilizarse de acuerdo con las cualidades de cada período etario. La regulación emocional es clave durante toda la vida. Sin embargo, un período muy importante para trabajarla es antes de los siete años. ¿Por qué? Durante esta etapa, al menos en condiciones esperables de neurodesarrollo, el pensamiento tiende hacia la irreversibilidad. Esto significa que a la persona le cuesta valorar varias alternativas posibles en la misma toma de decisiones, y en este sentido, el pensamiento es más cerrado, por decirlo de alguna forma, al contexto. La persona tiende a tener un pensamiento más rígido que en ocasiones los adultos llamamos de “blanco o negro”. Esto, además, coincide con una de las etapas más importantes para la representación de apego, donde la salud mental del niño es muy sensible a los tratos de los adultos. Una de las razones para citar este aspecto aquí, es que cuando un niño no se siente lo suficientemente querido o validado ante sus cuidadores, suele recurrir a pautas de comportamientos que cree, lo pueden hacer conseguir estas cosas, las cuales, por su aporte a la esfera emocional, se tienden a volver rígidas. Estas condiciones coinciden muy a menudo, e implican una rigidez que posteriormente puede desembocar fácilmente en frustración e impulsividad. Este es sólo un ejemplo. Otro podría ser el del niño que parece tranquilo, pero cuando conocemos el sentido de conducta, podemos darnos cuenta de que no se trata de paz o calma, sino de desesperanza en que alguien pueda socorrerlo. Es un tema que da para más.
Ahora si estamos en condiciones de pasar a las técnicas, y su aplicación con sentido.
Mensaje leído: En la sala de clases o en casa, puede facilitar que un niño le envíe un mensaje a otra persona mediante Whatsapp, y que le aparezcan las dos palomitas azules que suelen aparecer cuando esta persona lo lee. Aquí podemos trabajar en dos etapas. En la primera, facilitar que el niño o niña de rienda suelta a su imaginación, y haga una lista de las razones por las que cree la otra persona no le ha respondido aún, y que le hacen sentir mal. Luego, en otra columna, podemos enseñarle otras opciones, cuyos argumentos les puedan ayudar a modificar esa emoción. Por ejemplo, he trabajado con algunos niños este aspecto: tu mensaje es tan importante y valioso para esa persona, que puede estar buscando un tiempo y lugar adecuado para responderte como mereces. ¿Cuál es el punto de sentido de esta técnica? Ayudar al niño o niña a identificar sus pensamientos, y reevaluar las emociones derivadas de los mismos. Esta técnica puede ser de gran utilidad entre los 9 y los 18 años.
El marco de la cámara: En clases o en casa, puede pedirle a un niño que tome una foto con el celular, donde parezca que él o ella están haciendo algo en específico. El proceder implica compartirle esa foto a un compañero o grupo de compañeros para que intenten adivinar qué estaba haciendo su hermano o compañero. Luego de conversar sobre qué tan acertados o no estuvieron en sus hipótesis, se puede sostener una conversación donde tanto el que tomó la foto, como quienes intentaron adivinar la actividad, puedan opinar sobre la importancia de tener en cuenta aquello que no se vio en la cámara, antes de asumir una actitud o tomar una decisión respecto a lo que vieron. Es decir, a valorar la importancia del contexto antes de asumir una actitud o tomar una decisión respecto a otra persona. Esta técnica puede ser de mayor utilidad hasta los 8 o 9 años.
La grabadora del celular: Siempre de modo acompañado, y en condiciones donde el niño o niña no presenta una angustia que le embargue e impida hablar con fluidez de sus emociones, me ha funcionado pedirles a estudiantes que, tras un momento de rabia o ira, puedan hablarle a la grabadora del celular como si le pudieran contar a alguien querido lo que les sucedió. Unos minutos después hemos vuelto a escuchar la grabación, y los niños suelen darse cuenta del carácter temporal de algunas emociones. Incluso, la hemos utilizado como herramienta para conversar las diferencias entre el pensar embargado por la emoción, el pensar despejado unos minutos después, y su repercusión en la conducta. Esta técnica puede ser utilizada entre los 9 y los 18 años.
La batería como aliada: ¿Ha pensado usted en darle a su hijo el teléfono con un x porciento de carga en la batería para que aprenda a regular cómo y para qué la utiliza durante el día? Lo más efectivo puede ser utilizarla con niños entre 7 y 10 años. Recuerde que no se trata sólo de pasarle el teléfono, sino de que pueda ser consciente del desafío de establecer prioridades para cuidar la carga que le fue entregada.
Se escucha diferente: Esta técnica está inspirada por los estudios de neurociencias, y más específicamente el trabajo de Francis Shapiro, quien nos propone la técnica del pato Donald. ¿Alguna vez ha acelerado usted la velocidad de un audio mediante un chat de Whatsapp? Piense en el sentido del que hablamos. ¿Se le ocurre alguna forma de trabajar regulación emocional jugando con la velocidad de la voz en unos de estos mensajes? Le propongo esta, siempre y cuando el niño o niña así lo desee, y su nivel de activación fisiológica lo permita. Podemos acelerar un mensaje, con lo cual no se comprenderá. Posteriormente utilizar este ejemplo como una muestra de lo que sucede en nuestro cerebro cuando nos embarga la ira, y luego hacer un paralelismo entre la respiración y la calma, con el ritmo de escucha normal, de una x a la que suelen ir los mensajes de audio de Whatsapp. Estoy seguro de que le ocurren otras ideas para aprovechar estas variaciones en las velocidades de reproducción de los audios. Esta técnica puede ser de utilidad entre los 7 y 12 años.
Modo avión: Como usted sabe, cuando nuestro celular se encuentra en modo avión, esto puede limitar el uso de algunas aplicaciones. Esta técnica es una analogía. Pensando en lo que significa el “modo avión”, podemos reflexionar con una persona, y ayudarla a identificar situaciones y vivencias que interfieran su capacidad de pensar, y, por lo tanto, para tomar decisiones. Lo recomendable es poder construir una lista también de opciones para que la persona pueda poner en práctica e incluso, ayudarle a hacer seguimiento durante la semana. Esta técnica podría ser de utilidad con adolescentes entre los 13 y los 16 años.
Dr. Alejandro Arnaldo Barroso Martínez.
Asesor educativo en Desarrollo Socioemocional.
almex2012@gmail.com