La canción de Juan Son se escucha en los audífonos de bola que recientemente me compré, hice una pequeña inversión esperando escuchar algo más que el silencio.

Ese silencio cuando se vive solo o cuando se vive con alguien, pero da lo mismo.

Cuando era niña y yo quería expresar algo tenía un diario, porque un día que quería contarle a mi madre que alguien me gustaba, ella escuchó atenta, pero cuando le repetí lo que le había contado me dijo: “no lo recuerdo”, desde siempre me rodeo de personas que no me escuchan.

Mi papá alguna vez lo hacía, pero como se fue de mi vida a los diez años, siquiera sé si lo recuerda. Incluso no sé si se acuerda que yo existo y que siempre lo recuerdo.

A veces sólo me queda la escritura, antes mi pluma y un papel, no tuve un psicólogo o terapeuta que me escuchara y me enseñara que a través de lo no hablado, mis pensamientos evitan ahogarse. Fluyen a través de la a a la z, muchas veces riendo, otras llorando.

A través de ella he tocado mi corazón y he podado las raíces que intentan cubrirlo y apachurrado sin piedad. Quizás eso me ha salvado la vida varias veces.

Porque siempre me he rodeado de personas vacías que sólo les importa sí mismos, no les importa el mundo ni el sufrimiento de los demás. Por supuesto evitan escucharme para no verme y no quererme.

Sólo una vez conocí a alguien que sabía qué regalarme en mis cumpleaños, que supo alentar mis sueños porque él sí me escuchaba, sabía cuáles eran mis deseos más ocultos, cuál era mi color favorito, mis secretos más dolorosos, los que nunca expresé hasta ir a terapia y recordar que sólo los sabía él. Nunca tuve que repetirle nada porque él todo recordaba de mí. Pero después, y con el tiempo juntos, descubrí que mientras más me conocía, más sabía cómo hacerme daño hasta que un día me rompió, física y emocionalmente. Nunca más volví a verlo, me dejó sola con mis pensamientos y en este silencio que ya no me molesta, se ha hecho parte de mí.

No le deseo esto a nadie, quizás por eso mi profesión es escuchar, porque no sé lo que es que alguien te escuche, eso quizás evite que alguna vez alguien escriba lo que escribo, de la soledad y el silencio de no ser escuchado.

Ser escuchado es importante, es una butaca que te dan en la vida de alguien más, es como estar presente en el cine y si tu vecino de atrás te nota, evite subir los pies en tu butaca. Saber que existes en el pequeño mundo de los que te rodean.

Por eso anhelo ser escuchada, que escuchen a esa niña que nunca existió en un hogar y que sólo existió para descargar la furia y el dolor, que no exista para ocuparse de las obligaciones de los demás, me gustaría ser alguien que se siente a su lado y le pregunte cómo se siente, qué le preocupa, que le enseñe a no vivir en el silencio.

A que la escuchen sentirse atacada y abusada por ese tío que le hizo daño, que la escuchen llorar y sentirse triste… que le den la luz en los ojos que se ocultan entre tantos nombres.

Para eso tengo mi máquina, porque aun deambulo entre personas que no me escuchan y ella me da la luz para existir y sentir por un ratito que soy real.

*Artista visual, escritora y terapeuta

Google News