Tenía una vecina, chiquita, de estatura media, cuando osábamos jugar con nuestras Barbies en su banqueta salía con una cubeta de agua a barrerla, la primera vez que lo hizo, sin un aviso de antelación, terminamos mojadas nosotras y nuestras muñecas, el agua de la cubeta era agua de trapeador, café, sucia y olorosa.

Tenía problemas con los vecinos, con su esposo, con sus hijos, la señora estaba aprisionada de su rabia y amargura.

Evitábamos incluso pasar por su casa, siempre la recuerdo porque una vez la encontré llorando en uno de los descansos de las escaleras, lloraba amargamente y arrugaba su falda con sus manos pequeñas, era un llanto lastimero, arrepentido y rabioso, yo me quedé inmóvil, no me atreví a pasar y decidí esperar un piso más arriba hasta que dejó de llorar, por un momento incluso recordé que quería abrazarla, como nos abrazábamos mis hermanas y yo cuando nos pasaba algo malo.

Se limpió las lágrimas con su mandil y continuó subiendo, cuando nos encontramos me miró fijamente como una amenaza porque sabía que la había escuchado y siguió subiendo.

Años después sería la primera vecina en morir , estaba en la cocina de su casa haciendo un caldo de colita de res para su esposo cuando sufrió un ataque al corazón o lo que sabríamos hoy es un infarto fulminante.

Ahora, con más conocimientos del tema, creo que sería importante escribir acerca de la ira y cómo las personas pueden volverse iracundas por una combinación de factores emocionales, psicológicos y biológicos. Aquí te explico algunas de las razones más comunes por las que las personas experimentan episodios de ira intensa:

Frustración y sentimientos de impotencia

Cuando las personas sienten que no tienen control sobre una situación o que no pueden lograr lo que desea

El estrés prolongado, ya sea por el trabajo, la vida personal o problemas de salud, puede sobrecargar a una persona y reducir su capacidad para manejar las emociones.

Las personas que tienen una baja autoestima o que se sienten inseguras pueden responder con ira cuando perciben una amenaza a su valía personal.

Traumas emocionales y experiencias pasadas

Las experiencias traumáticas o dolorosas, especialmente en la infancia, pueden llevar a desarrollar una tendencia a reaccionar con ira en situaciones que evocan recuerdos o emociones asociadas al trauma. La ira se convierte en una defensa ante sentimientos de vulnerabilidad o dolor.

Condiciones como el trastorno de ansiedad, la depresión o trastornos de personalidad pueden influir en la forma en que una persona maneja el enojo.

La biología también juega un papel. Niveles elevados de ciertas hormonas, como la testosterona o el cortisol (la hormona del estrés), así también los pensamientos negativos como “nadie me respeta, todos me tratan mal”, falta de habilidades para manejar conflictos, influencia del entorno como patrón de comportamiento aprendido, sensación de injusticia, fatiga y falta de sueño y consumo de sustancias.

En resumen, la ira es una emoción compleja que puede surgir por múltiples factores, tanto internos como externos. La clave para manejar la ira de manera saludable es entender su origen y aprender técnicas para controlarla, de modo que no cause daño a uno mismo ni a los demás. Con gusto te comparto información en nuestra próxima columna de cómo podemos desarrollar ciertas técnicas para evitar que nos domine la ira.

*Artista visual, escritora y terapeuta

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