Una usuaria en redes recientemente expuso la triste realidad de nuestro único zoológico en Querétaro, las imágenes que compartió en sus redes ventiló una situación de maltrato animal extremo, en ella se ve un hipopótamo nadando en sus heces, leones hacinados y monos gritando auxilio reflejado en una mirada triste y devastadora.

Derivado de esto, Profepa ha realizado inspecciones con el fin de poder realizar estrategias para el mejoramiento del mismo.

Antecedentes:

El asesinato de un hombre siempre es una tragedia, pero cuando su muerte destapa una realidad aún más cruel, la indignación se multiplica. En el Zoológico Wamerú, un lugar que alguna vez fue considerado un refugio para la fauna, la historia tomó un giro sombrío.

Tras el asesinato de su fundador en un asalto, se descubrió que su esposa había sido la autora intelectual del crimen. Ahora, el zoológico está en manos de su hija, pero lo que debería ser un santuario para los animales ha revelado un rostro inquietante: el del descuido y la negligencia.

Los animales, quienes nunca pidieron estar ahí, hoy sufren las consecuencias de un sistema roto.

Denuncias recientes señalan que muchos están en condiciones deplorables, con hambre, enfermedades y sin la atención adecuada. El caso de Wamerú nos obliga a mirar más allá del escándalo familiar y cuestionar la legitimidad de los zoológicos en pleno siglo XXI. ¿Realmente estos espacios cumplen con la función de conservación y educación que prometen? ¿O son simplemente prisiones disfrazadas de buenas intenciones? Y sí, escribo de buenas intenciones porque no creo que la intención de esta familia sea la de lastimar a estas especies, creo que más bien se les salió de las manos. ¿Cómo hacerle frente a una responsabilidad tan grande cuando se está viviendo un dueño doble?

Históricamente, los zoológicos han sido presentados como una herramienta educativa y de conservación. Sin embargo, la realidad es que la mayoría de estos lugares no logran replicar el entorno natural de los animales, y muchos de ellos padecen estrés, depresión e incluso enfermedades derivadas del encierro.

La idea de que ver a un animal detrás de una reja ayuda a comprender su naturaleza es obsoleta. Con los avances tecnológicos, la educación ambiental puede darse a través de documentales, realidad virtual y santuarios donde los animales viven en semilibertad.

El caso del Zoológico Wamerú no es un hecho aislado. A nivel mundial, muchas instituciones de este tipo enfrentan cuestionamientos éticos y denuncias por maltrato animal. Más allá de la tragedia humana que sacudió este lugar, la verdadera víctima sigue siendo la fauna, condenada a un cautiverio que pocas veces tiene una justificación válida.

Solo que como sociedad queretana nos toca a nosotros presionar o pedir a las autoridades lo mejor para estos indefensos que no tienen boca para expresarse.

Es momento de replantearnos nuestra relación con la naturaleza. En lugar de seguir apoyando espacios que lucran con la vida animal, debemos exigir alternativas más éticas y responsables.

Porque la verdadera conservación no se trata de encerrar, sino de proteger en libertad.

La pregunta queda en el aire: ¿Seguiremos justificando el cautiverio en nombre de la educación o daremos el paso hacia una convivencia más respetuosa con la vida salvaje?

*Artista visual, escritora y terapeuta

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