Ya hemos visto la herida del rechazo y el abandono, pero dentro de las cinco heridas que se gestan en la infancia también tenemos la herida de la injusticia.

En la adultez son personas muy sensibles, pero en esa extra sensibilidad desequilibrada prefieren la rigidez para protegerse, el ego pone en marcha desde muy pequeños la máscara de la rigidez, les permite esconder esa sensibilidad y protegerla con la frialdad e indiferencia para protegerse.

Son personas lejanas, viven en desvinculación con los demás, se cuidan mucho, físicamente están bien cuidados y son estéticos, son radicales y extremistas.

Su personalidad es de exigencia y autoexigencia, son afectos al control, si el ambiente no es como ellos desean, entran en catarsis y lloran, sienten mucho y profundamente todo aquello que ellos no validan, son tan perfeccionistas que cualquier situación la llevan al límite, son personas agotadoras emocionalmente.

Problemas como el hígado están presentes porque toda la represión emocional va a este órgano.

Son personas solitarias, al ser tan intolerantes, prefieren la soledad para no lidiar con aquello de lo que no puedan controlar (situaciones, personalidades, entorno).

Tienen mucho ruido mental, todo el tiempo están con diálogos internos de confrontación, de juicios y con el hubiera.

En sus relaciones amorosas en su fantasía de la perfección su valor con una pareja estará basado en el hacer, en el ser amado, por lo que pueden hacer por los demás, continuamente se victimizan, eso evita contactar con su esencia y su autenticidad. Son poco espontáneos, no se permiten disfrutar la vida y llevar un camino más fácil, todo lo dificultan y se autosabotean continuamente.

Se comparan con amigos o con otras personas, tienden a hacer muchos conflictos para permitirse sentir, esta herida crece más y más en las relaciones si permanecen en una, porque para ellos es blanco y negro o nada y eso hace insostenible y cansado para los demás.

Pero, ¿cómo se gesta esta herida? ¿Qué la produce?

La herida de la injusticia se crea cuando el niño ha tenido unos padres fríos, autoritarios, críticos, intolerantes, rígidos, muy duros y exigentes. Estos padres lo que buscan es que sus hijos sean perfectos, que no se equivoquen nunca, que sean correctos y hagan lo que se espera de ellos. Un nivel de exigencia muy alto, casi imposible de alcanzar, y muy poco (o prácticamente nulo) afecto. El sentimiento es de inutilidad, de no estar a la altura.

¿Cómo sanarla?

Tomar terapia antes que nada, debemos entender que no podemos automedicarnos y autodiagnosticarnos, si te identificas con los rasgos de esta herida lo mejor es buscar ayuda profesional, pero de forma educativa puedes tomar en cuenta los siguientes puntos:

Conectar con el placer. Generar momentos de hace algo que realmente lo provoque, darte un masaje, cuidar tus pies, tus manos.

Trabaja la frustración por medio de entender que la perfección no existe, regular ese descontrol,  la crítica es fundamental para elevar tu seguridad.

Escribir tus emociones, si es necesario compartirlo con alguien, hazlo, permite molestarte, decir no quiero, aceptar tus deseos, contactar con la tristeza, llorar y reír.

Cuídate, ocupate y atiendete…

*Artista visual, escritora y terapeuta

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