En días pasados, el país se vistió de cempasúchil, incienso, velas y tradición. El Día de Muertos en México es una festividad rica en simbolismo que ha demostrado tener un valor terapéutico profundo para procesar el duelo. Al ser una celebración que data de las civilizaciones prehispánicas, el Día de Muertos integra una visión de la muerte como parte del ciclo natural de la vida, facilitando una forma de reconciliación culturalmente única con el tema de la pérdida.
Una visita al centro de Querétaro es incluso necesaria, huele a buñuelos y miel de guayaba y piloncillo, los niños se disfrazan y piden para su calavera, esta tradición surgió en la época precolonial con un niño huérfano, quien era pobre y no tenía dinero para poner su ofrenda. Se le ocurrió la idea de pintarse la cara y disfrazarse de calavera, para salir a pedir lo que pudieran darle.
Las calles se visten de papel picado, éste, debido a su delicadeza y ligereza, simboliza el elemento del viento. Dentro de la cosmovisión indígena, los elementos naturales (agua, tierra, fuego y viento) son esenciales en los altares, ya que ayudan a guiar a los difuntos de vuelta al mundo de los vivos. Su fragilidad representa también lo efímero y delicado de la vida humana.
Montar un altar para los muertos implica aceptar la muerte y recordarla de manera activa. Este proceso puede funcionar como una forma de confrontación simbólica del duelo, en donde las personas enfrentan la realidad de la pérdida en un ambiente seguro y familiar. La muerte se aborda sin evitarla ni reprimir el dolor, lo cual facilita el proceso de aceptación, fundamental en cualquier duelo.
Nos permite a los dolientes expresar su amor, tristeza y gratitud a través de los elementos simbólicos. Al colocar fotografías, alimentos, objetos significativos y flores, las personas pueden canalizar sus emociones en un acto creativo y significativo.
Por eso es que estos días son días mágicos desde la cosmovisión espiritual, las familias se reúnen en cementerios, nichos o altares caseros para recordar sin culpas y con halo de alegría y nostalgia a sus fieles difuntos.
Tuve la oportunidad de entrevistar a varios personajes que se hicieron presentes en las festividades, por ejemplo, al sr. Gabriel Cedeño, el cual cada año realiza diferentes altares con la carriola de sus pequeños, recicla sus materiales y ha participado incluso en los carros alegóricos.
También a la familia de María del Carmen y María Guadalupe Pájaro, de 33 años (son gemelas), y su hija Dolores Vanessa González, de 12 años. Nos comentó que su hija por lo regular siempre se disfrazaba y la llevaban a pedir calaverita, pero este año ella decidió que ya no pediría y ahora quería dar dulces a los niños, así que hicieron sus propias cabezas de calaveras.
Y la señora Irma Paniagua que tiene 13 años vendiendo ricos dulces tradicionales, su teléfono es el 4427869278 y puede entregar sus productos cada año.
El Día de Muertos es una práctica que facilita una experiencia cultural única de duelo en la que el dolor y la tristeza coexisten con el amor, el respeto y la alegría. Este enfoque permite a las personas no solo recordar, sino también sanar, transformar el dolor y reconciliarse con la muerte, algo que tiene un valor incalculable en el bienestar emocional y psicológico.
*Artista visual, escritora y terapeuta.