Donald Trump ha retomado esta semana una de las propuestas más controversiales que tanto él como otros miembros del Partido Republicano han sostenido en los últimos años: designar a los cárteles de la droga mexicanos como organizaciones terroristas internacionales.

Esto ha despertado una serie de reacciones en nuestro país, que van desde la preocupación hasta el entusiasmo, y es que la idea de un Ejército bien equipado y capacitado para poder luchar en contra del crimen organizado, en un contexto en el que la inseguridad nos ha sobrepasado, es cuando menos tentadora. Sin embargo —para no caer en idealizaciones—, es preciso dimensionar las posibles consecuencias económicas, políticas y sociales de dicha designación, además de tener presente que históricamente todas las intervenciones militares de Estados Unidos en otros países han resultado en conflictos prolongados y desastrosos.

Según la normativa estadounidense, parte de las consecuencias de una designación como la que se propone podrían ser la negación de visas, la congelación de cuentas bancarias de origen mexicano, decomiso de activos, limitación de transacciones financieras, y sanciones o suspensión de beneficios comerciales, así como la posible afectación de tratados como el T-MEC. Además, la designación de los cárteles como terroristas tiene el potencial de generar un efecto en cascada, deteriorando la imagen de nuestro país frente al resto de la comunidad internacional, desalentando la inversión extranjera y el turismo.

Conociendo a Donald Trump, seguramente la intención detrás de esta propuesta es presionar a México para negociar las prioridades de su agenda, tales como el tráfico de fentanilo y el flujo migratorio. Sin embargo, y aun si hasta ahora no ha habido una amenaza explícita de una intervencion militar, etiquetar a los cárteles como terroristas podría abrir la puerta para que fuerzas estadounidenses operen en México, lo que no sólo violentaría nuestra soberanía, sino que podría exacerbar la violencia en lugar de disminuirla.

Desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, el terrorismo adquirió una dimensión particular en el ámbito internacional, siendo etiquetado como una amenaza grave tanto para las poblaciones y los territorios como para la seguridad global. En circunstancias extremas, además, se volvió una de las múltiples fuentes a las que recurren los estados poderosos para legitimar intervenciones en los asuntos internos de otros países.

La reciente captura del líder criminal Ismael El Mayo Zambada en México dejó en evidencia los límites que están dispuestos a rebasar los estadounidenses cuando se trata de cumplir una de sus prioridades. La falta de transparencia e información con la que se realizó el operativo pusieron en entredicho las dinámicas de cooperación y los límites de la soberanía nacional.

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