María del Mar es una psicóloga que vive en Querétaro y que está convencida de que esta ciudad, atractiva para la inversión y el talento, debe ser para todos. Una de sus luchas más recientes es lograr que la ciudadanía se mueva en modos de transporte más sustentables, por eso documenta sus viajes en Pedaleanda (@pedaleanda en Twitter e Instagram).
Estas cuentas se han convertido en diarios de supervivencia ciclista en Querétaro con el fin de inspirar a otras personas a rodar, compartir recomendaciones con otras ciclistas, identificar mejoras en la infraestructura y pugnar por cambios en políticas públicas para evitar accidentes. Es prácticamente un manifiesto local para exigir que se cumpla el derecho constitucional a una movilidad segura.
Para escribir esta columna platiqué con ella y me llamó mucho la atención las reacciones que ha recibido por este proyecto. Es frecuente que la gente le diga que está asumiendo un riesgo significativo, la consideran hasta cierto punto irresponsable por exponerse como mujer ciclista, incluso en trayectos nocturnos. ¿Por qué les admira tanto? ¿Acaso una mujer no es tan hábil para andar en bicicleta? ¿Acaso si le pasa algo sería su culpa por moverse en modos no motorizados?
Es cierto que las mujeres no estamos seguras en las calles. Mientras que en el cuarto trimestre de 2021 una de cada cinco mexicanas sufrió algún tipo de acoso o violencia sexual en lugares públicos, la cifra desciende a uno de cada 20 hombres. Sin embargo, esto no es por el modo de transporte que usamos, sino porque los hombres que violentan mujeres están convencidos de que no sufrirán consecuencias.
Además, las ciudades en México, en especial Querétaro, están diseñadas para los coches y no para las personas. Esta problemática afecta de manera desproporcionada a las mexicanas, quienes hacemos más viajes que los hombres. Todas las personas necesitamos movernos, pero nuestros patrones de movilidad son distintos porque nos movemos para satisfacer nuestras necesidades sumadas a las del hogar y de cuidados. Las mujeres hacemos viajes para trabajar, llevar niños al colegio, acompañar a adultos mayores a una clínica, efectuar las compras de la casa y una larga lista de etcéteras.
Construir ciudades para todos requiere contar con infraestructura y normas que garanticen la seguridad de la ciudadanía. Aunque queremos ver más “Marías” inspirando a otras personas, que sean propositivas para mejorar el entorno urbano en favor de quienes aprovechan modos de transporte no motorizado, nos urge contar con leyes y reglamentos que garanticen el derecho a una movilidad segura a lo largo y ancho del país.
Hoy, estamos más cerca de cumplir este deseo para México. Al cierre de esta columna, el Senado tenía formada la Ley General de Movilidad y Seguridad Vial para ser discutida en el pleno, el último paso legislativo para establecer criterios para prevenir muertes y lesiones graves por accidentes de tránsito que apliquen en todo el territorio. Tras ser aprobada, las entidades tendrán que homologar sus leyes de movilidad y los municipios deberán adaptar los reglamentos de tránsito para hacer las calles más seguras. Además, todos los gobiernos deberán invertir en infraestructura y tecnología que permita darle vida a la ley para evitar accidentes fatales.
Esta ley sería una gran noticia para mujeres y hombres, pero más para nosotras. Con las acciones que se desprendan será más probable que las mujeres nos sintamos seguras en las calles y recuperemos los espacios públicos que también son nuestros.