El lunes fue el Día Internacional de la Educación, proclamado por la Organización de las Naciones Unidades para recalcar la importancia de la educación de calidad, inclusiva y equitativa. En México, lo conmemoramos con evidencia de una crisis educativa que ha empeorado con la pandemia y puede tener consecuencias trascendentales.
Para poner la situación en perspectiva, empecemos por los datos. El informe de labores de la Secretaría de Educación Pública (SEP) muestra que en el ciclo escolar 2020-2021 se registraron 846 mil niñas, niños, adolescentes y jóvenes menos que en el ciclo previo. Casi 80% de ellos en educación básica, nivel escolar donde también se registraron reducciones de 15,343 maestros y 1,572 escuelas en comparación con el año anterior.
Coincido con la frase de Bárbara Anderson en Opinión 51 “es una brutalidad, porque el país tuvo fugas de personas (maestros y alumnos), infraestructura y contenido”.
La situación en Querétaro tampoco se ve alentadora. La matrícula local para el ciclo 2020-2021 también cayó, con 4,696 estudiantes menos. Además, la Secretaría de Educación del estado estima que, a la fecha, solo 886 escuelas públicas de educación básica han regresado a clases presenciales. Esto equivale a 43% del total de planteles públicos para este nivel educativo en la entidad.
Las pérdidas de alumnos, maestros y escuelas son efectos inmediatos de la crisis sanitaria. Son también los primeros síntomas de un efecto de mayor plazo que pone en riesgo el futuro profesional de las nuevas generaciones: la pérdida de aprendizajes. Fenómeno que ha empeorado con las clases a distancia, ampliando brechas que retroalimentan la desigualdad.
El Centro de Estudios Espinosa Yglesias estima que, a raíz de la pandemia, la pérdida de conocimientos puede representar un atraso promedio en el largo plazo de hasta 2.1 años de escuela. Sin embargo, no todas las regiones sufrirán igual. Por ejemplo, Querétaro que se ubica en el centro del país enfrenta un menor riesgo con un rezago educativo futuro de 1.6 años, mientras que en los estados del sur la cifra es de tres años.
Los aprendizajes son como bloques de construcción: lo que se aprende hoy determina lo que se puede aprender mañana. En ese sentido, las afectaciones de la pandemia en educación no se quedarán en el corto plazo, sino también crecerán con el tiempo si no se revierten. ¿Cómo lograrán los estudiantes de condiciones precarias acceder a empleos mejor pagados si se ha limitado el desarrollo de sus habilidades?
A pesar de la gravedad de esta situación, hay poco compromiso de parte de las autoridades. Si bien el Gobierno Federal ha impulsado el regreso a clases presenciales y ha incrementado el presupuesto para becas, no tiene una ruta clara para compensar los aprendizajes perdidos o fomentar que las y los estudiantes regresen al sistema educativo formal.
De hecho, ha trasladado esta atribución a las comunidades educativas, pero sin darles herramientas suficientes para lograrlo, como lo documentó el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) hace unos meses.
Esto es una oportunidad para los gobiernos locales donde podrían invertir más en sus propios ciudadanos. Más allá de transferencias monetarias para estudiantes o maestros, urge diseñar e implementar acciones, a todos niveles, para alcanzar educación de calidad pospandemia.