Este sexenio ha iniciado con el pie derecho, pero con el corazón en la mano izquierda. Ver el primer decreto de la doctora Claudia Sheinbaum como jefa de Estado reconoce la barbarie ejercida por parte del gobierno mexicano en la Masacre Estudiantil de 1968, y en voz de la secretaria de Gobernación, Rosa Isela Rodríguez, se pide una disculpa pública a las víctimas de ese trágico suceso, así como a sus familiares. Fue un acto de justicia histórica. Inmediatamente después se hace viral una declaración de un comediante, que en tono denostativo dice que somos gobernados por “una ama de casa”, a lo que la Presidenta responde con firmeza que a mucho orgullo es ama de casa, científica, madre, abuela y también jefa de Estado, haciendo énfasis en que el trabajo del hogar debe ser visibilizado como actividad laboral y por ello su programa para mujeres de 60 a 64 años ya comenzó a nivel nacional. No cabe duda, tenemos mucha Presidenta en la figura de la doctora Claudia.
Otro suceso que nos estremeció fue la partida de la histórica Ifigenia Martínez, la cual pareciera esperaba cumplir con su obligación constitucional de colocarle la banda presidencial a la primera Presidenta en la historia de nuestro país, para posteriormente descansar en paz. Para sorpresa de un servidor, la trayectoria de la compañera es desconocida para algunos, principalmente para la oposición, que inclusive el 1 de octubre criticó la participación de la entonces presidenta del Congreso, para ellos y para todos aquellos que vimos en ese acto histórico el transitar de casi 100 años de lucha por la democracia va la siguiente síntesis de quien sin duda marca un antes y un después en nuestra historia.
La compañera que el pasado 1 de octubre, desafió las recomendaciones médicas por cumplir con su patria, nació en 1930, sólo 10 años después de la Revolución, creció en el Maximato, cumplió su mayoría de edad sin derecho a votar, fue hasta sus 23 años que presenció el reconocimiento de la voluntad política de la mujer a través del derecho al voto femenino, aunque fue hasta 1976 que ella ocupó un espacio de representación popular.
Desafiante a su época, Ifigenia estudió en la UNAM y fue la primera mexicana graduada de una maestría en economía por la Universidad de Harvard, para después ser la primera directora de la Facultad de Economía de la UNAM y posicionarse en contra del gobierno que violentaba a la comunidad estudiantil en 1968, razón por la que fue arrestada por la policía de la CDMX, terminando en una celda.
Con su trayectoria y ejemplo nos enseña que el día más importante de una mujer es cuando decide vivir en libertad y en carne propia experimenta el poder que representa la libre decisión sobre su cuerpo o qué va estudiar, dónde trabajará, dónde y con quién vivir, cuál es su proyecto de vida, a dónde viajará o cómo lo vimos hace unos días, si quiere ser Presidenta de México.
Hoy en día no me queda más que recordarle como un símbolo de esperanza y poder, con seguridad le enseñaré a mi hija su legado histórico, seguro será una de sus grandes inspiraciones y ejemplos, gracias por ponerle la banda presidencial a la primera Presidenta, con “A”, sólo tú podías asumir ese momento que quedará para la posteridad.
¡Gracias compañera!