La masacre del bar Los Cantaritos el pasado sábado 9 de noviembre marca un antes y un después en la vida de Querétaro, no porque el crimen organizado no estuviera instalado con anterioridad en nuestra entidad, donde el discurso oficial afirma que en “Querétaro no pasa nada”, esta “cantaleta” se ha replicado de forma sincronizada administración tras administración, sin importar si los que gobiernan son tricolores o azules, la idea de que nuestro estado vive aislado de las diferentes crisis sociales que se encuentran a unos minutos de nosotros y que, cualquier suceso fuera de lo común es responsabilidad o consecuencia de personajes foráneos, es la vieja confiable de los que hoy gobiernan.

Tal parece que aquello que se veía en el horizonte rumbo a Celaya, ya sucede en Querétaro, poco servirán las medidas que se han anunciado mientras la autoridad no tome con la seriedad debida la compleja situación que se viene viviendo de tiempo atrás y que el fin de semana pasado terminó por detonar públicamente, cerrar antros y bares será insuficiente mientras los narcomenudistas operen bajo la tolerancia y complicidad de quienes nos deberían no sólo de proteger, sino combatir a grupos que han contaminado a nuestras juventudes con cualquier cantidad de droga y que han encontrado terreno fértil en los sectores de mayor marginación para engrosar sus filas, bastaría con que nuestros gobernantes tocaran las puertas de los vecinos de colonias como Satélite, Desarrollo San Pablo, Menchaca, Bolaños o el Tepetate para que la propia ciudadanía señalara dónde operan con total impunidad estos delincuentes, ya que justo las y los ciudadanos somos los que hemos tenido que aprender a vivir con miedo, viendo como las patrullas cumplen con los rondines pero poco hacen para que esta actividad se detenga.

Por su parte, el gobernador parece ser asesorado por sus peores enemigos, miren que salir diciendo entre líneas que nos hace un favor dando la cara, habla de la poca sensibilidad que tiene la administración que encabeza, hay que recordarle una vez más que él y su equipo son empleados del pueblo y que su obligación hubiera sido dar cuentas y seguimiento de manera inmediata después de lo acontecido en avenida Circunvalación. Como la gran mayoría de las crisis, esta no vino sola, tuvo un antecedente en Centro Sur y una continuidad en Nuevo Juriquilla, los sucesos se conectan echando por la borda la versión de que Cantaritos era un hecho aislado, ojalá tanto Mauricio Kuri como Felipe Macías entiendan que la solución no es señalar a la oposición por su postura crítica o buscar que la verdad no sea publicada en los medios locales.

Hoy las y los queretanos queremos respuestas y soluciones, no basta con discursos y buenas intenciones, si la intención es que en Querétaro no vivamos realidades tan crudas hay que ir más allá de recortes de horarios, es momento de atacar al problema de raíz y dejar de lado los gastos millonarios en comunicación social y otras frivolidades y mejor invertir el recurso en educación, este cáncer que propaga el crimen organizado no va a parar mientras la culpa se endose a las y los foráneos que, como un servidor y muchos otros como el propio gobernador, llegamos a Querétaro para construir una vida que hoy peligra por culpa de los que han permitido por omisos o por cómplices la instalación de grupos criminales.

Y si la responsabilidad es mucha, la renuncia es opción para aquellos que deben servirnos y no servirse del pueblo. Prohibido normalizar la violencia.

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