Alejandro Echeverría Cornejo se fue hace una semana de la Fiscalía General del Estado. Se fue por la puerta de atrás, porque no dio la cara a la opinión pública para explicar por qué presentó su renuncia 10 meses antes de concluir el periodo para el cual fue designado.
Echeverría es un hombre con una larga y experimentada carrera policial. En pocas palabras, es un policía formado en la vieja escuela, pero que fue adaptándose a los nuevos tiempos de profesionalización en el área de la investigación.
Es hombre hosco pero además es un persona que le cuesta trabajo hablar en público, situación por la que también se le dificultó comunicar el trabajo institucional de la dependencia.
Un grupo de colegas reporteros que anda tras la nota del día me comentó que no se le extrañará.
La gestión de Echeverría estuvo plagada de opacidad. Nunca hay información de nada, son contados los casos en donde la Fiscalía ha sido vasta en la información que da a la prensa.
Echeverría fue poco amable con los reporteros, casi la mayoría de las veces mostraba con su semblante su enojo cuando le preguntaban, pero también sus respuestas las daba con un tono intimidatorio a los periodistas.
Adicional a ello, su departamento de comunicación es un muerto viviente, no informa, no ayuda a gestionar o a proporcionar información a los periodistas, al contrario, obstruye la labor reporteril.
La tarea de comunicación de Fiscalía es muy pobre, pues únicamente difunde comunicados de dos o tres párrafos, mal escritos y con faltas de ortografía y sin dirección informativa. Parecería que los comunicados los redactan los policías, quienes se entiende que no fueron capacitados para redactar, sino para investigar delitos.
Y lo mismo sucede con las fotografías que difunden, en su mayoría con problemas de iluminación y fuera de foco, pero además la mayoría de ellas etiquetadas con la llamada marca de agua de la dependencia, una falta de cortesía política hacia los medios.
Fiscalía también parecería que esconde la información que difunde, pues a veces llegan los boletines a la redacción vía correo electrónico, pero otras veces las mandan por WhatsApp, pero en otras más se les ocurre únicamente difundirlo por Facebook o X. No son consistentes en los canales de difusión.
Echeverría, cuando tomó el cargo, debió tomar como referencia el trabajo que hizo Apolinar Ledesma, quien se desempeñó como procurador general de justicia en el sexenio del gobernador Ignacio Loyola.
A Ledesma le tocó resolver investigaciones duras y participar en otras más, entre ellas las de Daniel Arizmendi López “El Mochaorejas”.
Ledesma le daba resultados y dejaba contentos a los periodistas. Les llamaba él personalmente y les explicaba lo delicado del caso y después cuando había avances, volvía a buscarlos para ahondar en la información. Esto es un ejemplo de que periodistas y fiscales pueden encontrase en el mismo camino sin pelear.
Más allá de que se conozca el fondo de cuál fue la causa de la renuncia de Echeverría, el nuevo fiscal que se nombre debe quitarle la opacidad a la dependencia, etiqueta que se ganó en los últimos ocho años y medio.