Hace unos años, no muy lejanos, el PRI era el partido todopoderoso en Querétaro, al tener la gubernatura con José Calzada, las principales alcaldías, incluyendo la capital del estado y la mayoría del Congreso local.

En 2009, el tricolor, para sorpresa de la mayoría de los analistas políticos, se quedó con una de las joyas del panismo: la gubernatura de Querétaro.

Con el triunfo del PRI en Querétaro, parecía que el panismo vendría en declive después de haber gobernado la entidad en 12 años consecutivos con Ignacio Loyola Vera y Francisco Garrido Patrón.

La nueva clase política, surgida del nuevo gobierno tricolor presumía que estarían por un largo periodo en el poder estatal, pero sus cálculos les fallaron, pues sólo estuvieron seis años y después el electorado los echó para regresar al PAN.

Hoy, a casi nueve años de que terminó el periodo de gobierno de Calzada, vemos que no sólo el PAN se afianzó en La Casa de la Corregidora y en las principales posiciones de poder en la entidad, sino que el PRI cayó a una tercera posición, teniendo participaciones electorales que casi lo desaparecen por sus bajos números de votos y militantes.

El rápido desplome del PRI en Querétaro se debe a que José Calzada, quien era el líder tricolor de ese momento, no pudo construir una estructura sólida a largo plazo en este viejo partido y tampoco formó nuevos liderazgos capaces de tomar su lugar en futuro.

La llegada del PRI al poder estatal en 2009 se dio por una coyuntura alimentada por varios factores, uno de ellos fue el pleito interno que se dio ese año en el PAN, pues las guerras internas promovidas por Armando Rivera, quien no pudo ser candidato a gobernador y algunos otros inconformes que sé que enfrentaron al entonces gobernador Francisco Garrido, le ayudaron a ganar a Calzada, pero también cumplieron su objetivo: hacer perder la elección de gobernador en 2009 al panista Manuel González Valle.

También el crecimiento de Calzada y su efímero proyecto político en Querétaro con el PRI se da en una coyuntura donde se apoyan de Enrique Peña Nieto para hacer campaña, quien en ese momento tenía una gran popularidad y gobernaba el Estado de México, pero también construía su llegada a la Presidencia de la República.

Ese bono sexenal del PRI en Querétaro se agotó cuando llegó la elección de 2015 y presentaron como candidato a gobernador a un Roberto Loyola Vera, quien, con todo el aparato del poder y el dinero, perdió con el panista Francisco Domínguez, quien sacándole el máximo jugo a su carisma y liderando a un partido que ya traía estructura y clientelismo, lo hizo regresar a la Casa de la Corregidora.

En 2021, ya el PRI con su estructura disminuida y siendo la tercera fuerza política, Abigail Arredondo tomó en condiciones difíciles la candidatura a gobernadora con el fin de mantener el registro estatal y alcanzar algunas modestas posiciones como fueron las alcaldías de Colón y Amealco, y tres diputaciones locales por la vía plurinominal. El objetivo se cumplió

Con estas cenizas, el PRI de Abigail Arredondo se reinventó para no desaparecer y en la elección de este año, casi en todas las posiciones, se alió con el PAN, su adversario histórico, mediante candidaturas comunes.

Lo creado por el PRI en el sexenio 2009-2015, sin duda, fue un espejismo. Ganó una elección con un bono de seis años y después todo fue un desplome, el cual seguimos observando.

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