Los zoológicos deberían ser una especie en extinción. Ni educan ni preservan. Son un espectáculo decadente. Son signo del atraso en nuestra conciencia sobre el medio ambiente.
Los animales salvajes no son espectáculo. Tienen funciones en el ecosistema. Su cautiverio y exhibición no ayudan al ecosistema.
Los animales salvajes nacidos y crecidos en un zoológico no siempre desarrollan sus capacidades para reintegrarse a su ecosistema y cumplir su función.
Asociaciones de Zoológicos argumentan que algunas instalaciones sirven para realizar investigaciones. Investigar en esas condiciones tendrá siempre el cuestionamiento de la validez de los datos recabados al estar alterados por la intervención humana.
La verdadera ayuda sería conservar sus entornos naturales y programar, poco a poco el cierre de esas instalaciones que solo replican una forma de pensar colonialista, en que está bien visto apropiarse de lo ajeno con el único argumento de la superioridad humana.
La reflexión viene al caso por el caso reciente del zoológico Wamerú, en la que activistas, medios de comunicación y gobierno alzaron la voz para velar por el bienestar animal.
Un caso análogo ocurrió con la campaña en redes sociales para salvar a la jirafa Benito de las inclemencias del tiempo de Ciudad Juárez. La jirafa cambió el cautiverio inclemente del norte del país, por el cautiverio del Africam Safari de Puebla.
Pareciera loable que la sociedad, las personas activistas por el medio ambiente, alcen la voz en contra del maltrato animal y el abandono que sufren los ejemplares de zoológicos como Wamerú. Pareciera una acción encomiable que el gobierno intervenga para salvaguardar a los ejemplares. Es necesario, y está previsto en la legislación, contar con Unidades de Manejo Ambiental para dar trato digno a los animales decomisados o rescatados. El problema es que las demandas políticamente correctas, soslayan lo que debería ser el verdadero reclamo.
Sigue faltando en el discurso del ambientalismo, en la legislación y en los programas de gobierno, un programa para terminar con esa práctica anticuada, que perpetúa la falsa idea de superioridad humana. Esa noción que nos equipara con dioses, que podemos tomar lo que sea del ambiente para satisfacer las necesidades de la población, es el fondo del desastre ambiental que condena nuestro futuro.
Consultor, académico y periodista