En este mundo actual, en el que han ido cambiando vertiginosamente las características y condiciones del entorno en que se desarrollan las actividades de las familias, tanto de los adultos como de los pequeños, hemos ido perdiendo poco a poco la movilidad física que nos resulta tan indispensable, particularmente porque la mayoría de la población nos hemos ido concentrando en las ciudades y, aunque muchas siguen creciendo, irónicamente hemos ido reduciendo nuestros desplazamientos por el imparable crecimiento del tránsito vehicular, de tal suerte que procuramos hacer la vida en un entorno cercano a nuestros hogares.
Según datos de especialistas, solo el 39% de los habitantes en nuestro país practica algún deporte y son varias las razones y argumentos para no hacerlo, como la falta de tiempo, el cansancio laboral, alguna enfermedad, etcétera.
El deporte ha sido y es una de las herramientas sociales más útiles para construir una estructura social más sana en todos los sentidos. Me queda claro que además de un buen hábito, requiere también de afición y talento para realizarlo. Es por ello que siempre será una buena idea inculcarlo en nuestro niños, ya que seguramente les impactará de una manera positiva en su vida.
Quienes no tuvimos ese talento ni las condiciones personales para desarrollarlo de manera óptima y, en un tiempo en el que el estrés y la ansiedad se han incrementado, nos queda como una muy buena alternativa caminar, ya que conlleva un importante número de beneficios, tanto para el organismo como para la mente.
Disminuye la ansiedad y la depresión, reduce el riesgo de enfermedades cardiacas, hipertensión, diabetes y obesidad, así como fortalece nuestra estructura ósea y muscular.
Más aún si lo hacemos en lugares donde conectemos con la naturaleza y conscientes del entorno, reactivaremos nuestros sentimientos de asombro y admiración.
Tiene también la enorme ventaja de ser una actividad más accesible para la gran mayoría y es más probable encontrar rutas cercanas a donde habitamos. Es ideal ir por senderos naturales, pero aún haciéndolo en espacios abiertos de la ciudad, nos permite escuchar sonidos de la naturaleza, apreciar elementos que podemos ir descubriendo mientras fortalecemos la respiración y surgen en nuestra mente nuevas ideas creativas que nos ayudan con los retos que enfrentamos cotidianamente.
A lo largo de los años, he ido aprendiendo a prestar mucha mayor atención a esos sonidos muy distintos a los motores y a los ruidos de una ciudad en forma, a mirar a mi alrededor y apreciar el aquí y el ahora.
En ocasiones es también una oportunidad de realizar una mayor introspección para conocernos mejor a nosotros mismos y entender nuestras emociones. Sin duda es también una deliciosa manera de charlar cuando caminas con compañía a un paso compartido.
Suena demasiado lógico, caminar implica movimiento, tanto físico, mental y emocional. Es saborear otra información muy distinta a la de los dispositivos móviles que nos inmovilizan. Y al concluir el andar, propicia obtener más fácilmente una mayor concentración para desempeñar las otras indispensables actividades que permiten la búsqueda del sustento diario, otro deporte más rudo y hoy se lleva a cabo con mayor velocidad, pues así lo exige este Querétaro nuevo que deseamos conservar.
@GerardoProal