Hace ya 31 años que en la comunidad internacional surgió la idea de reunirse en El Cairo, Egipto, con el propósito de analizar los cambios que se presentaban en la humanidad y cómo afectaban éstos a las comunidades más vulnerables en un tiempo en el que, otros años atrás se reconocía la importancia y el valor que debía darse a cada persona a lo ancho y redondo de este planeta.
Temas trascendentales como el desarrollo integral de las mujeres en muchas vertientes de la vida familiar y productiva; el desaceleramiento en el crecimiento de la población mundial; el incremento en la esperanza de vida; los cambios en prioridades de salud y atención de enfermedades, así como algunos otros más que resultaban trascendentales.
Sin embargo, al pasar al nuevo milenio y caminar a lo largo del primer cuarto del mismo, vemos que hoy estamos en un contexto totalmente distinto y con realidades que superan lo que la imaginación nos regalara entonces.
Hoy son días donde la inteligencia artificial establece nuevos y grandes desafíos, inmersos entre el temor de la sustitución de empleos masivos y la oportunidad de que sea una gran herramienta para desarrollo y beneficio de la humanidad entera. Las carreteras, de la información, de los criterios, de la desaparición de límites, de relajación y pérdida de valores fundamentales, de pérdida de sensibilidad ante las múltiples necesidades de quienes menos tienen, son mucho más anchas y sin límites de velocidad, cuando hoy día adquiere más relevancia actuar con sentido social y con propósitos de fortalecer nuestros núcleos y tejidos sociales.
La dinámica nos mueve y sacude sin tregua alguna. Es por ello que cuando tenemos el espacio de revisar el entorno, caemos en cuenta que muchas costumbres han entrado en desuso y se perderán cuando dejemos de recordarlas y tenerlas presentes. Una de ellas que es forzada a desaparecer por las condiciones actuales, es la de las familias grandes con un buen número de hijos. Quienes pertenecemos a una de ellas, con más de cinco hermanos, sabemos de todo aquello que implica esa maravillosa posibilidad de pertenecer y de reconocer mucho de lo que significó a nuestros padres asumir dicha responsabilidad de traer al mundo bocas que alimentar.
Afortunadamente, hay otras especies a las que no les preocupa tanto esta tarea de ser responsables de una gran prole, como es el caso de la Serreta, un ave que es bastante prolífica con posturas de ocho a 12 huevos. La humanidad estamos cambiando vertiginosamente, pero la naturaleza tiene sus propios propósitos y ritmo en este maravilloso planeta donde se encuentra este Querétaro nuevo que deseamos conservar.
@GerardoProal