Hay un personaje en este planeta que resulta muy interesante a pesar de su aparente invisibilidad. A lo largo de días y noches está presente a nuestro alrededor y es —al igual que el agua—, un recurso natural indispensable para la vida en nuestro planeta.

Me refiero al viento, esa corriente de aire que se produce en la atmósfera por causas naturales como la presión y la temperatura en el ambiente, así como por el movimiento de rotación y traslación de la tierra. Se mueve de manera ascendente y descendente, también en un desplazamiento horizontal, que es la forma como lo medimos los seres humanos tanto por su rumbo como por su velocidad, contando para ello con dos instrumentos, la veleta y el anemómetro, un dispositivo que el viento hace girar para medir su velocidad y la otra el rumbo que sigue.

La capacidad de observación de nuestros antepasados, la evolución en el estudio e investigación sobre su movimiento para conocer y establecer cierto comportamiento en el planeta, han permitido ubicar algunas corrientes cíclicas que hoy son ya conocidas por su impacto en el clima y nos permiten estar atentos a otras que se crean en un momento dado, de tal suerte que dicha información es muy oportuna para prevenir los daños que puede traer consigo cuando la velocidad supera los 50 km por hora y en ocasiones crece mucho más.

El viento tiene una importante función para la vida, ya que es un medio de transporte para semillas y polen, así como para el vuelo de varias especies, en especial de las aves que migran. También genera energía renovable y desplaza múltiples organismos a largo, ancho y redondo de nuestro planeta.

Pero volviendo al personaje, el viento ha jugado un papel fundamental en la vida cotidiana de las poblaciones y de las comunidades, ha inspirado la mitología, ha afectado acontecimientos en la historia y juega un papel determinante en el transporte y en la generación de energía para el trabajo, la agricultura, la electricidad, la limpieza del ambiente y el ocio.

Pero también solemos utilizar el viento en las metáforas de nuestra vida, como cuando pensamos en los buenos vientos que nos impulsan a crear y realizar, a lograr y alcanzar metas. Otras cuando las circunstancias se complican y decimos que estamos “en el ojo de un huracán” o nos arrastra irremediablemente en alguna dirección que no deseamos.

Puede también utilizarse con el sentido figurativo de una caricia cuando es suave, de un cambio positivo al pensar en nuevos vientos. En fin, siempre ha sido relacionado con el movimiento, desde el simple aleteo de una mariposa hasta las corrientes de chorro que pueden desplazarse a cientos de kilómetros de velocidad. Ahí está siempre, en nuestra vida y en nuestra historia.

Pero hay algunos momentos en los que el viento parece tomarse un descanso y deja de soplar, se mantiene estático y nos da la sensación de estar en algún desierto. Lo mismo ocurre en el sentido figurativo o en la metáfora cuando pensamos que no lo hay para movernos en ningún sentido, es como estar sobre una barca en un mar en completa y absoluta calma, a la deriva. Tal vez por eso el viento nos es tan importante, se mueve cuando respiramos y hoy, junto con la lluvia, es una bendición para ciudades como este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

@GerardoProal

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