Seguramente se habrán dado cuenta cómo se ha transformado el entorno de nuestra entidad en esta temporada de lluvias, que aunque no han sido suficientes a decir de especialistas, han logrado vestir de verde lo que un tiempo estuvo muy seco y triste bajo el sol ardiente. Hoy día vemos la flora más saludable, la que jamás deja de aprovechar el vital líquido para crecer desesperadamente y continuar con los ciclos de vida que le corresponden a cada especie, acorde a su evolución y desarrollo. Esa agua de nube es un elixir maravilloso, que renueva el follaje de las plantas en apenas un abrir y cerrar de ojos.

En este contexto, sigue sorprendiéndonos la manera que en la zona semidesértica del estado, en su momento de floración y fructificación, buscando la seguridad y protección, algunos cactus cubren esos frutos en ciernes con múltiples y fuertes espinas que parecieran una pléyade estelar, las que definitivamente intimidan hasta la más valiente de las aves, las cuales con instinto y paciencia, saben que vendrá un momento cuando finalmente ya maduras, bajarán la guardia para convertirse en un verdadero manjar y en algo más. Al abrir el fruto, muestra un atractivo color que desafía el antojo y provocará que intermediarios de vida devoren su pulpa y sus semillas con la certeza de que volarán y serán depositadas en la distancia para que solamente unas pocas se conviertan en brotes de nuevas plantas en un ciclo que se repetirá cada año, donde el inicio de su éxito dependerá finalmente de la llegada siempre oportuna de las lluvias.

El efecto de hidratarse después de una larga y penosa sequía, hace majestuoso el momento que con frecuencia pasa inadvertido para muchos y para una colorida muestra les comparto esta imagen de una pitaya roja que habla por sí sola de una maravilla más de la naturaleza que muy bien sabe hacer lo suyo en tantos rincones de este país y en este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

@GerardoProal

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