Uno de los recursos más valiosos que tenemos los seres humanos, es la interlocución. Esa capacidad de establecer un diálogo o una conversación para comunicarnos entre dos o más personas con distintos propósitos.

Desde las gestación y a partir del nacimiento iniciamos con esa importante tarea de aprender. Esta adquiere una mayor relevancia y trascendencia cuando se realiza con el fin de no solamente compartir el conocimiento, sino establecer los primeros vínculos del amor filial, que son y serán fundamentales para formar a los hijos, y en ellos individuos que sumen y apoyen a la comunidad de la que formarán parte en un futuro.

Hay personas que no solamente son buenas interlocutoras, ya que no solamente juegan ese rol en una conversación, sino que inclusive participan como mediadores entre la gente para, a través del diálogo, resolver ciertos conflictos de comunicación y lograr propósitos que incluyen soluciones concertadas a problemas compartidos.

En tiempos difíciles e inciertos como los que nos ha tocado vivir los años recientes, esa habilidad resulta un verdadero tesoro para una comunidad que se ve afectada por el incremento de sus diferencias más que el de sus coincidencias.  Y tiene cierta lógica, además de las diferentes creencias e ideologías que forman parte del pensamiento de cualquier sociedad, sino por que ya llevamos varios años en los que se privilegia el uso de los dispositivos tecnológicos, por encima de la comunicación interpersonal, desde el interior de las propias familias y en los espacios de trabajo, formación académica, recreación y más.

Vamos dejando a un lado la comunicación interpersonal con todos los complementos que incluye para darle paso y mayor valor a las redes sociales, los dispositivos, y con ello a imágenes y palabras cortas que establecen nuevos códigos que muchas personas ni siquiera sabemos que existen. Todo ello ha ido mermando la capacidad de conocer mejor a las nuevas generaciones, y con ello vemos un alarmante incremento de problemáticas que afectan cada vez más a los niños y jóvenes en un mundo cada vez más complejo, en el que las consecuencias pueden ser dramáticas.

Resulta indispensable fortalecer de nuevo, desde el seno familiar, las tareas de formación, observación y seguimiento de lo que nuestros niños y jóvenes están aprendiendo a través del exceso de información y de las actividades que ellos realizan mediante el uso de los medios electrónicos que resultan más difícil de controlar día con día.

Las nuevas herramientas con las que cuentan hoy, no son solo valiosas y necesarias, pero deben ir acompañadas del orden, disciplina y muchas otras tareas que fortalezcan el intelecto y desarrollen la comunicación entre las personas.

Vivimos tiempos de una individualidad, donde si no se coincide en la línea de pensamiento, entonces se adquiere la calidad de adversario o enemigo. Eso poco ayuda. Por fortuna, aún en las diferencias, hay gente que le reconoce el valor al diálogo y a la necesidad de que las nuevas generaciones, aprendan y hagan suyos esos valores que ayudan a construir mejores caminos para el tránsito de una comunidad en el tiempo.

A pesar de las adversidades y las contingencias, ahí está la buena comunicación como un elemento que es muy útil para encontrar respuestas y soluciones a muchos de los problemas de hoy, que tampoco son ajenos en este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

@GerardoProal

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