Hablar de matemáticas es un tema complejo para la gran mayoría de la gente, pero quienes las comprenden tienen consigo uno de lo mayores talentos, dignos de reconocimiento y admiración. Sin embargo, muchos de nosotros las utilizamos todos los días y, sin darnos cuenta, disfrutamos de aquello que otros han logrado crear utilizando las matemáticas como una gran herramienta.

En esta ciencia, existe la sucesión de Fibonacci, la cual se trata de una serie de números naturales que inician con un 0 y un 1 y continúa añadiendo números que son la suma de los dos anteriores: 0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89, 144, 233, 377, 610, 987, 1597…

Fue descrita por Leonardo de Pisa, matemático italiano también conocido justamente como Fibonacci. La naturaleza aplica esta serie de números de manera muy recurrente y también está presente en el arte y el diseño que realiza la gente en la creación de obras, objetos y arquitectura, particularmente en lo que implica el desarrollo de una espiral que crece en la proporción de dichos números y así la vemos en el caparazón de algunos moluscos, en las hojas de plantas, en formación de huracanes, inclusive galaxias, pero de manera especial me llama mucho la atención cuando se percibe en algunos cactus de manera más sutil dándonos una expresión de la belleza y la estética que resulta muy agradable para la vista. Siempre es interesante encontrar esa relación de la proporción, estética, orden y belleza con que la naturaleza imita el arte y nos obsequia para plantearnos más preguntas que respuestas en torno a si la vida se formó de manera estrictamente aleatoria y evolucionó hasta manifestar el orden y el equilibrio que hoy día nos reclama el planeta por nuestros excesos.

Les comparto esta imagen de un acercamiento a una cactacea conocida como biznaga de marks, donde las almohadillas llamadas areolas, las que sostienen las espinas, se forman en una distribución en espiral y están llenas de lanilla, todo ello presentando un pequeño paisaje que tiene relación con la sucesión de Fibonacci. No me olvido de las flores que parecen flamas, como antorchas encendidas que honran la esperanza renovada de una planta que nace individual y que más tarde formará grupos para garantizar su subsistencia, como una sociedad bien organizada que es necesaria para crecer, como lo sigue haciendo este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

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