La vida diaria en una ciudad como la nuestra, permite crear vínculos entre los miembros de su comunidad gracias a esas circunstancias que se dan entre los mismos, en ocasiones desde muy temprana edad y las cuales se pueden ir fortaleciendo durante el transcurso de los años hasta establecer una sólida amistad que prevalece con certeza y en la suma del tiempo ofrece mucho que reconocer y más que agradecer por esa maravillosa coincidencia. Eso me ocurrió con un entrañable amigo, personaje público, quien recién unos días partió de este mundo, cerrando de manera abrupta su vida, en realidad una vida muy hecha a su manera. Me refiero a José Andrés Estevez Nieto.

Le conocí siendo aún niños en la escuela primaria y en algún momento, después de que estuviera un año en España, el país de origen de sus padres, regresó para coincidir en la generación que concluyó a mediados de los años 70 la secundaria en el Instituto Queretano. Lo recuerdo participando en actividades deportivas, alguna ocasión narrando un partido de futbol de compañeros de clase, con la claridad de lo que haría profesionalmente apenas unos años después. Fuimos vecinos de negocios de nuestros respectivos padres, “La Española” y “La Ciudad de México”, de banqueta a banqueta, atravesando la calle de Juárez, en el viejo centro histórico.

Al finalizar nuestras respectivas carreras profesionales, muy jóvenes, ambos fuimos invitados a participar en la Cámara de Comercio, donde consolidamos el trabajo siempre en equipo y con ideas y proyectos innovadores en la primera parte de la década de los 80, años muy difíciles en materia económica en nuestro país. Ahí, formamos también un diverso grupo de amigos, quienes durante mucho tiempo jugamos partidas de dominó, reuniéndonos puntualmente cada semana y entre quienes prevaleció amistad y afecto hasta el día de hoy. Tomamos rumbos distintos, él en los medios de comunicación con una brillante carrera que le apasionó hasta su último respiro y que le mereció varios reconocimientos y el mantenerse vigente al paso de varias décadas. Fue siempre un hombre muy temperamental y de carácter fuerte, haciendo gala de sus raíces. Muy claro de sus convicciones y de sus propósitos, pero muy generoso y amigo de sus amigos. El futbol y la tauromaquia fueron sus mayores pasiones, así como el periodismo en la radio y televisión. Aunque en tareas muy diferentes, siempre compartimos tardes y otras tantas reuniones de trabajo que tenían que ver con nuestras actividades laborales. Coincidimos en afectos con amigos comunes y en los últimos años, donde la dinámica de crecimiento de esta ciudad nos maltrata a muchos con la disminución de frecuencia de reuniones, estuvieron la llamada o el mensaje que manifestó el estar presentes. Fue un gran maestro para muchos colaboradores en sus espacios de comunicación y supo sembrar y cosechar con la gente. Deja un par de cosas enormes, su legado y el hueco difícil de cubrir en su tarea profesional e imposible de llenar en lo que a su amistad se refiere.

Reitero el abrazo fuerte, cariñoso y solidario para toda su familia. Mi muy querido viejito —así nos decíamos ambos— te abrazo con el alma hasta donde te encuentres. Tu recuerdo vivirá, en este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

@GerardoProal

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