Muchos seres humanos disfrutamos el caminar al aire libre, aunque solemos hacerlo en ciertas ocasiones cuesta arriba, en un extraño juego entre la libertad y el ascenso, como si ello nos permitiera de algún modo mantener la efímera felicidad que sentimos en ese momento. Supongo que el caminar es en realidad consecuencia de la memoria ancestral de haber sido nómadas por tantas y tantas generaciones. El buscar ascender por los altos senderos de montañas, también considero que obedece más a la búsqueda de aquello misterioso que hay del otro lado de las mismas y que solo alcanzaremos cuando alcancemos la cima y descendamos de nuevo. Debe haber sido en aquellos tiempos una lucha permanente para enfrentar los desafíos que la supervivencia exigía en la búsqueda de alimento y refugio. En la actualidad, quienes lo hacen con relativa frecuencia, es más por deporte y viajan hasta esos lugares altos en la geografía, a menos que radiquen en la relativa cercanía.

Otros aprovechamos la oportunidad de la fotografía para alcanzar de otra manera esas cimas que la naturaleza nos obsequia en aquellas ocasiones que logramos aventurarnos en la distancia. Sin embargo, es inevitable el sentimiento que nos provoca el poder mirar mucho más lejos en el horizonte. Abrazamos esa sensación de libertad y de esperanza al establecer un vínculo con la naturaleza. Es como lograr un abrazo entre el cuerpo, la mente y el espíritu al mismo tiempo.

Pero hay momentos especiales, como los de esta imagen de esta montaña que se funde en un abrazo con la nube, como si ambos se aferraran el uno al otro, mientras el sol les da la energía suficiente para intentarlo y lograrlo. Tal vez tan solo aprovecha la oportunidad de compartir un secreto o una breve charla para que la montaña se entere de lo que le susurra esa nube viajera, mientras otro personaje más, el viento, se los permita.

Deseo creer que es una manera en la que la naturaleza nos recuerda que no somos para nada ajenos a ella, que también pertenecemos y formamos parte de ese entorno que muy pocas ocasiones podemos disfrutar, desde que la gran mayoría de humanidad dejó de ser nómada al descubrir la agricultura y se ha ido concentrando en las grandes urbes, en ese mismo juego entre la libertad y el ascenso, pero a pisos de edificios como los que cada vez observamos más en ciudades, como este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

@GerardoProal

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