Muy pocas veces, mucho menos en la actualidad, podemos encontrarnos en soledad dentro de espacios públicos en esta ciudad nuestra que continúa su crecimiento y adquiriendo cada vez más la característica de ser un destino turístico. A menos que lo hagamos muy temprano y que dicho espacio nos permita el acceso en la mismas condiciones, es cuando nos podemos dar un verdadero lujo. En especial, son aquellos lugares que con su arquitectura nos cuentan su propia historia a través de mirarlos y observar los múltiples detalles que que aún conservan. Al ser una ciudad, tanto con más habitantes como visitantes, con un mayor ruido de motores y de personas transitando y disfrutando sus calles, se va diluyendo poco a poco esa intimidad que brindaba, sin que por ello deje de ser atractiva, hermosa y mantenga la gracia de cautivar a propios y extraños.
Uno de esos rincones que no obstante su vocación actual, mantiene mucho de su origen, es sin duda el patio barroco, perteneciente al antiguo claustro del colegio de San Ignacio, en lo que hoy es parte de la facultad de Filosofía de nuestra máxima casa de estudios, la Universidad Autónoma de Querétaro. Además de ser un espacio recurrente en mis años de estudiante de preparatoria en dicha institución y de ser objeto de tantos bellos momentos en mi vida estudiantil, es un lugar que al estar en soledad y silencio, admirándolo en un ejercicio de contemplación, se manifiesta con la expresión de su cantera rosada, de los detalles de una arquitectura simétrica y armoniosa, manifestando también la participación de los indígenas otomíes que lo construyeron en el siglo XVII y que además invita mucho a la reflexión y a dar rienda suelta al pensamiento sobre un hermoso legado de quienes nos antecedieron. La cantera húmeda nos regala diversas tonalidades y permite también humedecer las emociones que nos provoca cuando el silencio y la vista es el mejor diálogo con una obra de la arquitectura barroca en esta ciudad que guarda con celo esos lugares.
En este azaroso y vertiginoso tiempo que vivimos, detenerse un momento y reflexionar, será siempre un ejercicio útil para dejar a un lado la indiferencia y la indolencia que nos devoran como sociedad. Una bella imagen, es ya un testimonio del quehacer de hombres que vivieron también en tiempos complejos, es una manera de hacernos recordar que vale la pena mantener buenos propósitos para las generaciones que vienen, con la memoria viva en lugares como este Querétaro nuevo que deseamos conservar.
@GerardoProal