“Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad”. Artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Desgraciadamente en México, y en el mundo entero, la pobreza —mídase como se mida, defínase como se defina— limita y hasta cancela el goce de los derechos más elementales a los que todo ser humano tiene derecho por el solo hecho de ser una persona humana.

Sí, dolorosamente la pobreza al limita el goce de muchos derechos humanos como son: el acceso a servicios de salud con calidad y calidez, a una alimentación nutritiva, a una educación que sí brinde al educando las herramientas que le permitan desarrollarse al límite de sus capacidades, a una vivienda decorosa y a servicios públicos, a un sistema de justicia capaz, autónomo, integro y eficiente, a calzado y vestido, y muchos más, también limita el don más grande al que pudiera aspirar y gozar todo ser humano y que es el de vivir con dignidad.

Es por lo anterior que me parece que el daño a la dignidad de una persona, independientemente de su grado o nivel de pobreza, es el más profundo y por ende es el daño que lleva más tiempo sanar. Daño que, me parece, no solo daña a la persona que no tiene recursos económicos sino a toda la sociedad en su conjunto.

Es por lo aquí expuesto que considero deber de toda persona que se considere a sí misma como ser humano el que haga todo lo posible para al menos paliar la pobreza de quienes le rodean. Y no me refiero a apoyar económicamente a otra persona, a otra familia, ya que se requiere de mucho más que eso. Las limosnas si bien contribuyen a paliar dolores, no son suficientes. Me refiero a luchar hasta donde cada quien pueda —y un poquito más— en la defensa de la dignidad propia y de las personas que nos rodean.

Lucha que si bien pareciera compleja y costosa en muchos sentidos, realmente nos demanda un pequeño esfuerzo (esfuerzo que por cierto nos dará grandes satisfacciones). Una forma de hacerlo es el de participar en la vida pública —inclusive desde una OSC— como también informarse sobre el actuar de los distintos gobiernos, informar fehacientemente, sin filias ni fobias, a dos o tres de las personas que nos rodean sobre aquello que observamos y finalmente exigir a las distintas autoridades el que sean congruentes y cumplan con su deber de manera honesta, transparente y eficiente.

Fuente de los Deseos: Ojalá todos luchemos por defender la dignidad de quienes nos rodean, ojalá nos demos cuenta de que al hacerlo defendemos nuestra propia dignidad.

Exsenador. @gtamborrelmx

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