El campo de entrenamiento y exterminio encontrado en Teuchitlán, Jalisco, en el que cientos y quizá miles de jóvenes fueron o preparados para integrarse al crimen organizado o bien fueron torturados, asesinados e incinerados, conlleva una doble tragedia.

La primera tragedia es sin duda la pérdida de vidas. El homicidio de cualquier persona es por sí mismo un hecho repudiable y sin duda representa una dolorosa tragedia para sus familiares y allegados, homicidio que debe ser investigado y los responsables sancionados conforme a ley. Pero cuando esos homicidios se hacen de manera sistemática como ocurrió en Teuchitlán, se consideran ya crímenes de lesa humanidad y por tanto todos los responsables deben ser sometidos a la justicia, tanto los ejecutores —materiales e intelectuales— como también los gobernantes indolentes que solo observaron y callaron.

La segunda tragedia está en el hecho de que el Gobierno de México pretende engañarnos al señalar, por medio de sus distintos voceros, y entre ellos los supuestamente autónomos, el Fiscal General de la República y la Comisión Nacional de Derechos Humanos, que los responsables de detener el que estos homicidios continuasen, y que sí continuaron, eran las autoridades municipales y estatales. Es decir, no obstante de que dicho centro de entrenamiento y exterminio formaba parte de la estructura del crimen organizado en su más alto nivel y que el enfrentar a dichos criminales es responsabilidad del gobierno federal, los voceros de la 4T pretenden engañarnos echándole la culpa a las autoridades locales.

La razón del pretendido engaño es el de proteger la ya de por sí denostada reputación del expresidente López Obrador y su cuarta transformación en lo que se refiere a la seguridad. Pretenden tapar el hecho de que el crimen organizado creció y se fortaleció, como nunca lo había hecho, durante el sexenio obradorista. Pretenden esconder los resultados que tanto lesionaron a la ciudadanía —más de 200,000 asesinatos, más de 52,000 desapariciones— en la perversa política pública de “abrazos y no balazos” con la que el expresidente pretendió esconder la protección que otorgó a sus cómplices delincuentes, complicidad que merecidamente los ha llevado a ser popularmente señalados como narcopolíticos.

Fuente de los deseos: Ojalá la presidenta Sheinbaum y el secretario García Harfuch sigan asumiendo la responsabilidad de enfrentar a los criminales, ojalá los sigan deteniendo y entregando a la justicia norteamericana, ya que lamentablemente aun detenidos en cárceles mexicanas dichos criminales siguen “operando el negocio”, pues siguen extorsionando y dando órdenes a sus subalternos. Ojalá ya no pretendan seguir engañándonos con el cuento de que los responsables de la tragedia de Teuchitlán son las autoridades locales.

Exsenador de la República.

@gtamborrelmx

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