Voluble, como su jefe AMLO, Sheinbaum cambia continuamente su postura frente a la amenaza de Trump de acabar con los cárteles de la droga: de responder con el himno nacional -en cada mexicano hay un soldado para defender la soberanía nacional-, a la justificación de que todas las violaciones de aeronaves espías fueron consensuadas con su gobierno, pese a que los responsables de los vuelos dijeron solo contar con la autorización de su gobierno (EU).
El repentino cambio de actitud de Sheinbaum hace pensar que su gobierno pactó en secreto su colaboración con el gobierno de Trump -nadie sabe qué negociaron, ni a cambio de qué-.
En lo único que se mantiene constante es en acusar a los críticos -quienes señalan sus incongruencias y de su forma fácil de engañar a la masa de sus seguidores-, de supuestamente aplaudir las agresiones del exterior, cuando el reclamo social es por el alto número de asesinatos, la omisión cómplice de la 4t para combatir a los cárteles, e involucrarlos electoralmente para favorecer a su movimiento.
En su narrativa, llega a equiparar la defensa de los cárteles con la defensa de la soberanía, lo que generó sospechas de si protegiéndolos a ellos se protege nuestra soberanía, o si el fin es proteger a los políticos morenistas -y de otros partidos- vinculados con ellos. En este sentido se entiende el ultimatum “no opcional” del Mayo Zambada, quien “exige y demanda” al gobierno mexicano “su repatriación, o el colapso”. Esto es, si no lo liberan y regresan al país, colapsará la relación con EU al delatar a los beneficiarios de sus apoyos (¿sólo aquí?).
Sin medir las consecuencias de sus palabras, Sheinbaum respondió que su gobierno, “más allá del personaje”, está revisando el asunto porque se violó la ley y los tratados internacionales al extraerse a un nacional sin haber seguido los protocolos.
Mientras Sheinbaum reconoce -contra su voluntad- a los cárteles como organizaciones terroristas, al igual que Estados Unidos y Canadá, y reforma la Constitución, el Homeland Security le hace un extrañamiento a dichas reformas que sancionarían a sus agentes si ingresan ilegalmente al país, sembrando la duda de si los cambios constitucionales son para proteger a los cárteles, y si ella está involucrada con ellos.
La intervención directa -abierta o encubierta- de los cárteles en procesos electorales a favor de Morena, hace pensar que estos grupos tienen gobernantes y sus propias fracciones parlamentarias para influir en el destino del país, por lo que el combate al narco no servirá si a estos no se les encarcela.
La vice sabe -las encuestas así lo registran- que las acciones de Trump tienen un amplio respaldo social porque es poner fin a un cáncer que carcome nuestro país y en el que los morenistas hacen casi nada para erradicarlo, quizás por desinterés, o tal vez por complicidades.
En un tema de interés común como este, México requiere comprometerse a trabajar con Estados Unidos y otros países, en un frente amplio, para erradicar a los cárteles que envenenan a la niñez y juventud de los países en los que operan, corrompen autoridades y matan impunemente para dominar las plazas.
Sheinbaum, tiene que definirse, sin ambigüedades: o se distancia de su mentor para enfrentar a los cárteles, o mantiene su dependencia de él, atando a su gobierno y a la sociedad a una dinámica de ineficiencia -si no de complicidad- con graves costos y lamentables consecuencias para todos.
Periodista y maestro en seguridad naciona