En la relación México-Estados Unidos, los gobernantes mexicanos usan un doble discurso: en público, usan la retórica antiyanqui, de supuesta defensa de la soberanía, de reconocimiento a la igualdad entre las partes, etc.; pero en la negociación nos traicionan y se doblegan a cambio de beneficios personales y grupales, no de los nacionales.
La incongruencia, debilidad o falta de sensatez hace de nuestra clase política presa fácil del lenguaje de poder de los estadounidenses. Lejos de buscar condiciones que beneficien a nuestro país, condiciones para un ganar-ganar, se aplica la regla: ellos ganan, nosotros perdemos.
En parte es porque nuestros gobernantes han preñado la educación con una cultura de fracaso, de búsqueda de revancha, de no aceptación de la realidad histórica. Nuestra cultura está basada en el resentimiento y no en la construcción de un México mejor desde lo que tenemos. Nos vemos y actuamos como víctimas.
Tal es el engaño de nuestra educación que a algunos grandes traidores a la patria los hemos entronizado como héroes por el hecho de pertenecer a una ideología, la liberal; y a muchos personajes insignes, como Iturbide, los tenemos como traidores por no ser liberales (hoy de la 4T).
Pareciera que nuestros gobernantes no saben qué es estar de pie, firmes, sino convencidos del poder de la genuflexión y el doblegamiento (a las que les damos otras acepciones más descriptivas y precisas).
Las genuflexiones (doblar una o las dos rodillas) se utilizan como expresiones de fe, humildad, respeto y adoración a Dios. Así ven y tratan nuestros políticos a sus contrapartes. No conocen el valor ni el límite de la dignidad. Por eso la atropeyan y dejan que otros lo hagan. Y no, no es cosa de riqueza o de armas, sino de saber autodeterminarnos; en saber qué queremos y cómo conseguirlo; decidir en qué vamos juntos y en qué no; qué nos beneficia y qué nos daña.
El sometimiento interesado tiene su fundamento en conductas reprobables, contrarias a principios éticos, lo que hacen de quienes las utilizan personas despreciables, deleznables por sus actitudes indecorosas. En el México de la 4t se les conoce como floreros: personas acríticas, temerosos de la libertad y de la responsabilidad; faltos de valor para señalarle sus errores a su mesías.
Hay ejemplos históricos de genuflexión y sometimiento en el México independiente: el tratado McLane-Ocampo, firmado por el liberal Benito Juárez, con el que éste pretendía ceder territorio a cambio de apoyo y reconocimiento a su gobierno, por Estados Unidos (impedido por los estados del Norte); el liberal Santa Anna, con los tratados de Velasco, Guadalupe Hidalgo y la Mesilla, con los que entregó buena parte del territorio nacional a los estadounidenses; el de Bucareli, firmado por el liberal Álvaro Obregón para garantizar a los estadounidenses la propiedad de las compañías petroleras, a cambio de reconocimiento; o el auto doblegamiento de AMLO y Ebrard ante Trump para hacer de México un Tercer país seguro.
Con la llegada de Donald Trump a la presidencia, Claudia y su equipo —los diferentes— tienen la oportunidad o de mostrar si son más de lo mismo —o peores— manteniendo nuestro estatus de colonia; o si son capaces de hacer respetar a nuestra identidad, logrando condiciones de mutuo beneficio porque el progreso de ambos no está reñido. La cultura del resentimiento debe sustituirse con la del respeto y la congruencia. No más dobles discursos.
Periodista y maestro en seguridad nacional