Cuestionado sobre su política exterior, el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo: “la mejor política exterior es la interior”. Y así se vio a lo largo de su mandato: su preocupación era alinear a México con el modelo autoritario de otros gobiernos latinoamericanos de izquierda.
La depredación institucional, jurídica y política fueron los ejes de su política interior, con el pretexto de acabar con el neoliberalismo que en 36 años empobreció a México con crecimientos del PIB por encima del 2% sexenal (AMLO logró apenas el 0.8%).
La desaparición, colonización, desnaturalización y control de instituciones fue parte de su estrategia política —la más visible fue la de las fuerzas armadas—. A través del Congreso modificó el marco jurídico para transformar el rostro del régimen, del sistema y del modelo de gobierno: de federal a centralista; de democracia a populismo autoritario de una persona. Incluyó presuntos acuerdos con cárteles; y la desaparición de poderes y equilibrios institucionales.
La relación con EU —festejada allá por la facilidad y el comedimiento para “doblarse” sin pedírselo—, permitió, a cambio, que EU no se metiera en los asuntos internos del país.
La incongruencia en la aplicación de los principios de política exterior, definidos en el artículo 89 de la Constitución: no intervención; autodeterminación de los pueblos; solución pacífica de controversias; igualdad jurídica de los Estados; respeto, protección y promoción de los derechos humanos y la lucha por la paz y la seguridad internacionales, entre otros, fue notoria ante las violaciones a los derechos humanos en Cuba, Venezuela y Nicaragua; y la abierta intromisión de AMLO en asuntos internos de Perú, Ecuador, Bolivia, Argentina y Brasil, entre otros, en abierto apoyo a integrantes del Foro de Sao Paulo.
La llegada de Donald Trump a la presidencia y su rechazo a la ideología de izquierda, afecta la relación con muchos países, entre ellos México, cuya política interna ahora depende, en buena medida, de la voluntad, ocurrencias y caprichos políticos de Trump, sin importarle que México pudiera ganarle una controversia comercial por ir en contra del T-MEC.
La amenaza de imponer aranceles a México si no sirve de Tercer País Seguro en materia migratoria y si no frena el trasiego de drogas a EU —flagrantemente violatorios del T-MEC—, ha movido a Sheinbaum a cumplir las demandas de Trump y evitar ahondar el deterioro económico que heredó de quien manda desde Palenque en modalidad home office. Sobre el particular, la vocera de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, reconoció “el nivel histórico de cooperación de México”, del que no sabemos los mexicanos en qué consiste.
Aun cuando no ha sido suficiente la Operación Enjambre, la restricción a productos chinos que entran por nuestras aduanas morenistas, ni el reconocimiento parcial de que en México se produce fentanilo —que antes se negaba—, todo ello es parte del cochinero que AMLO lega a Sheinbaum y que esta tiene que resolver.
Si bien la 4T no renuncia al Foro de Sao Paulo, el protagonismo antiyanqui de estos se detuvo al cancelarse la sesión extraordinaria de la CELAC convocada en apoyo a Gustavo Petro, al negar su asistencia Sheinbaum y otros presidentes.
Pese a que Sheinbaum dice tener planes A, B, y C, la debilidad económica de México, sabemos, no resistiría mucho tiempo. Ojalá actúen inteligentemente, para no enfrentar un descalabro al estilo Petro.
Periodista y maestro en seguridad nacional