El día de hoy concluye el llamado mes de la mujer y el saldo del mismo es negativo para las festejadas: hubo intolerancia, cancelación, borrado de mujeres, persecución, y se arraigó el patriarcalismo; y ni la llegada de una mujer a la presidencia, la creación de la Secretaría de la Mujer, o la paridad de mujeres en el Congreso y el gobierno, han hecho una diferencia positiva.

Pareciera que la única oferta viable de este gobierno a las mujeres es su adhesión a la cultura de la muerte: aborto, eutanasia, ideología de género, cultura woke, cambio de género y de sexo, infancias trans, etc. —financiadas por los gobiernos demócratas de los Estados Unidos, y del que muchas de las que ahora gobiernan han vivido—, o: el borrado y la cancelación.

Al menos cinco hechos sucedidos en este mes lo describen: el 8M; la presencia de la delegación de mujeres mexicanas en la ONU; el maltrato a las madres buscadoras que identificaron el campo de exterminio en Teuchitlán, Jalisco; el ¡No estás solo!, de morenistas a Cuauhtémoc Blanco; y la persecución contra mujeres que desobedecieron a su líder Ricardo Monreal.

El 8M, Día Internacional de la Mujer, lejos de tener encuentros con ellas y ser Sheinbaum quien encabezara las marchas feministas, prefirió el lenguaje de la exclusión: amurallar Palacio Nacional, siguiendo la tradición del misógino Andrés Manuel. El feminismo de Sheinbaum, este año, solo es declarativo: “Ni un feminicidio más, ni un golpe más, ni un trato ni palabra violenta más contra las mujeres mexicanas”, dicho a las indígenas ese mismo día, sigue siendo un buen deseo.

El feminismo verde que violenta, destruye, incendia, golpea, insulta, pintarrajea y profana templos a su paso, no le merece comentarios adversos, como si tuvieran el derecho de hacerlo por pertenecer a su ideología.

El “llegamos todas”, de Sheinbaum, tiene matices que se plasman en la creación de la Secretaría de la Mujer y el nombramiento de la radical Citlalli Hernández Mora como titular: solo llegaron las del pañuelo verde —las nazifeministas de Morena— que pretenden que todas las mujeres asuman como propia su visión de género, sexo, derechos y libertades femeninas; las que se creen autorizadas para definir qué son y cómo deben ser las mujeres, y cuáles son los intolerables estereotipos patriarcales de la feminidad.

Un ejemplo fue el papel que Citlalli jugó en la sesión de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer (CSW), celebrada en la sede de la ONU, del 10 al 21 de marzo, donde, por primera vez en 20 años, se impidió a grupos de mujeres con pensamientos y posturas políticas diferentes a su ideología, que participaran en dichos eventos, a pesar de participar en este foro desde hace más de 20 años.

Otro papelón del gobierno, “de todas”, lo escenificaron contra las mujeres buscadoras que identificaron el campo de exterminio en Teuchitlán, Jalisco, y a quienes se revictimizó con el borrado deliberado de pruebas y con su exclusión de la tarea de documentar los hallazgos.

Y qué decir del cobijo de las diputadas morenistas que a coro le gritaron a Cuauhtémoc Blanco, ¡No estás solo!; e ilegalmente le abrieron el micrófono para que hablara; pero no recibieron a la denunciante, su hermanastra. Si bien 25 morenistas votaron en contra y 12 se abstuvieron, sobre todo Teresa Ealy, que demandó la eliminación del fuero, hay una feroz persecución.

¿Llegaron todas?, ¿dónde están las que faltan?, ¿qué diferencia ha hecho una mujer en la Presidencia?

Periodista y maestro en seguridad nacional

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