La narrativa es la manera de relatar hechos en beneficio propio: durante la Guerra Fría los Estados Unidos y la URSS realizaron una carrera de 100 metros en un país neutro, para ver cuál era mejor. Al día siguiente, los titulares de los diarios en el país neutro informaron: el corredor americano llegó a la meta en 9 segundos y el ruso en 12. Los periódicos americanos titularon: El triunfo norteamericano fue apabullante, los rusos quedaron en último lugar. En Rusia, los diarios cabecearon: la superioridad socialista derrotó una vez más a los capitalistas: mientras el corredor amateur ruso llegó en segundo lugar, el corredor profesional estadounidense llegó en penúltimo. Esa es narrativa.
El diálogo entre Donald Trump, presidente de Estados Unidos y Claudia Sheinbaum, de México, se inscribe dentro de la guerra de narrativas.
Días antes de la llamada, los morenistas convocaron al país a apoyar a Sheinbaum -quien en Sinaloa dijo: colaboraremos, no nos subordinaremos- para manifestar la unidad nacional frente a las amenazas de Trump. La oposición en el Congreso se sumó al falso llamado a la unidad, sin saber si lo que se defendía era al país o los posibles nexos de políticos morenistas con los cárteles.
Tras la conversación, Claudia Sheinbaum, alegre, festejó su triunfo: con cabeza fría evitó la entrada en vigor de aranceles del 25%, a cambio de poner 10 mil guardias nacionales en la frontera norte para evitar el paso de migrantes y de drogas a EU.
Canadá, informó la posposición de aranceles; que pondrá militares en la frontera con EUA para detener el trasiego de drogas; y que denominará terroristas a los cárteles de la droga.
Trump informó que sostuvo una conversación amistosa con Sheinbaum, quien había aceptado poner 10 mil soldados en la frontera; que el seguimiento a los acuerdos estaría a cargo de un Comité de alto nivel presidido, por parte de EU, por el secretario de Estado, Marco Rubio; y que si México no lograba detener la migración habría una gran penalización.
El mismo día que Sheinbaum, “persuadió” a Trump (según Ebrard), un avión espía norteamericano recorrió la costa de Sonora recabando información de inteligencia. Un día después, los dos principales diarios norteamericanos -pro demócratas- pusieron la fotografía de Sheinbaum en su primera plana e hicieron un reconocimiento a su hazaña. Ese mismo día, Sheinbaum se reunió con empresarios para compartir su triunfo; y la Marina Armada de México reportó la presencia de un portaaviones y dos embarcaciones de guerra a 32 millas de Ensenada. Por la madrugada, ya se había desplegado a casi 10 mil guardias nacionales a la frontera norte.
Claudia Sheinbaum y su gobierno desestimaron la presencia del avión espía y de las embarcaciones de guerra. Pero un corresponsal informó que en Estados Unidos se contemplaba un posible ataque “de precisión” a laboratorios de drogas y a miembros de los cárteles.
Sheinbaum omitió informar qué ganó México a cambio del despliegue de militares; quién cubrirá los gastos; cuánto pagará EU por la repatriación de extranjeros abandonados en México; cómo combatirán ellos sus cárteles —que trasiegan y venden fentanilo en EUA—; qué estados de la República quedaron sin vigilancia por atender las demandas de Trump; qué harán para acabar con la inseguridad en México; o si Trump aportará pruebas sobre su dicho de que México está gobernado por los cárteles.
El silencio también es narrativa. La historia comienza.
Periodista y maestro en seguridad nacional