“No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”, dice el dicho y viene a cuento por el fin de este sexenio que —según las evidencias— resultó el peor gobierno del México moderno; el mesías tropical convirtió en infierno lo que ofreció como paraíso.

El balance del gobierno, con cifras positivas —las menos— y cifras negativas —las más—, permite afirmar que es motivo de alegría que por fin concluya. En lo bueno, destaca el fin del mito de la inamovibilidad de los salarios mínimos y el impacto positivo de algunos programas sociales en muchas familias.

En lo negativo: decía que creceríamos al 4% anual, pero apenas logró el 0,8%, el PIB más bajo en 36 años; bajaría el precio de las gasolinas a $10.00, pero está en más de $25.00; utilizó la desaparición forzada de 43 jóvenes de Ayotzinapa como propaganda electoral, en lugar de resolverla; dijo que devolvería a las fuerzas armadas a los cuarteles, pero las desnaturalizó y corrompió con tareas secundarias; prometió reducir las muertes dolosas al 50%, pero hubo más de 200 mil asesinados y más de 150 mil desaparecidos.

También ofreció respetar la libertad de expresión, pero persiguió a periodistas y a medios de comunicación críticos; ha sido el gobierno más opaco del México moderno: clasificó información sobre el costo de sus obras, aplicó la política de desaparecer muertos y desaparecidos, utilizó al aparato de inteligencia del Estado para espiar a sus enemigos y tiene el récord mundial de periodistas asesinados. Su desempeño en la pandemia dejó más de 800 mil muertos; se comprometió a que la seguridad social estaría mejor que en Dinamarca, pero hay el peor desabasto de medicamentos de la historia y deja sin atención médica al 46% de enfermos, 20 millones de estudios clínicos menos que con Peña Nieto, y tiene el récord mundial del mayor número de personal médico muerto a causa la pandemia.

Ofreció respetar las resoluciones de jueces pero, como él, su gobierno y los miembros de su partido las incumplen; terminó por subordinar al Poder Judicial a su persona; se comprometió a acabar con la corrupción, pero sus amigos, hijos y familiares se benefician impunemente de ella; todas sus obras insignia tuvieron sobre costos y nadaron en la corrupción: el Tren Maya, el Tren Interurbano, el tren trans ístimico, la Refinería Dos Bocas y el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles; utilizó programas sociales de manera clientelar; acabó con la autonomía de instituciones garantes de la democracia y nos perfila a un sistema dictatorial.

Ideologizó y pauperizó el sistema educativo (la inversión pública en educación infantil en relación con el PIB, ha disminuido un 18% entre 2015 y 2021); es el presidente más mentiroso del mundo (documentado); permitió la expansión territorial de la narco delincuencia y su participación abierta en los procesos electorales apoyando a los candidatos del bloque de Morena.

Su intromisión en asuntos de otros países provocó el conflictos con los gobiernos de España, Bolivia, Perú, Ecuador, Estados Unidos, Colombia, Panamá y Argentina; y, por contra, apoyó la violación a derechos humanos por las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela; y un largo etcétera.

Pervirtió la política con su populismo autoritario y anti democrático. Y es ampliamente reconocido como demagogo, vulgar, narcisista y vengativo que intenta un maximato, lo que, seguramente, le otorga un destacado lugar en el basurero de la historia nacional.

Periodista y maestro en seguridad nacional

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