El apoyo de Andrés Manuel al dictador Nicolás Maduro, ganándole tiempo para reprimir y extinguir la resistencia de quienes que se oponen al fraude electoral, terminará revirtiéndosele y pasar a la historia como un populista cómplice de otro tirano populista.
Aun cuando el número de venezolanos asesinados extrajudicialmente, heridos y detenidos crece día a día, la sociedad no deja de protestar.
En respuesta a las acusaciones de Maduro, señalando a la oposición de hacer fraude, ésta publicó los resultados de todas las casillas, mostrando al mundo quién realmente ganó. Maduro y los suyos, como AMLO, sólo hablaron de cifras globales sin aportar pruebas.
Mientras Argentina, Chile, Uruguay, Perú, Ecuador, Panamá, Guatemala, Costa Rica, El Salvador y Estados Unidos cuestionan la transparencia y legitimidad del proceso electoral, basándose en las actas publicadas y en el testimonio de sus cuerpos diplomáticos, los gobiernos de Cuba, China, Rusia, Bolivia, Nicaragua, Honduras e Irán, han felicitado a Maduro sin contar con pruebas de su supuesto triunfo.
Colombia, Brasil y México apoyan veladamente a Maduro concediéndole al órgano responsable del fraude electoral (CNE), la oportunidad de inventar pruebas de un inexistente triunfo. En realidad le ganan tiempo al dictador para reprimir y aplastar a sus opositores.
Aun y cuando a nivel global Venezuela constituye un capítulo más de la guerra entre las potencias (China, Rusia y el BRICS) que le disputan a Estados Unidos la hegemonía del mundo, lo que se vive internamente en Venezuela está fuera de esa lógica. No es sino el agotamiento de un pueblo sojuzgado, sin libertades, empobrecido, que dice basta a la injusticia, a la dictadura, a la falta de libertades, a la miseria: en Venezuela el salario mínimo mensual asciende a 3.56 dólares, mientras en Costa Rica es de 675 dólares. Quien crea que este no es un argumento de cambio, se equivoca.
A muchos mexicanos nos preocupa la situación de Venezuela, pero más debe preocuparnos el gran paralelismo entre AMLO y Maduro: ambos autócratas se creen redentores y hacen lo posible para eternizarse en el poder; creen que liberarán a sus pueblos imponiendo la ideología socialista; ambos tienen nexos y complicidades con la narco delincuencia y se valen de ella para financiar sus acciones y para atemorizar a sus adversarios; y, han hecho de las fuerzas armadas su sostén.
Ambos han destruido las instituciones autónomas; los poderes Legislativo y Judicial han sido sometidos a su persona, al igual que los poderes fácticos: empresarios, sindicatos, universidades, etc.; han modificado la constitución a su medida, destruyendo el estado de derecho (sustituyéndola por su voluntad); dañan el tejido social y persiguen ferozmente a los opositores; controlan y persiguen a los periodistas y extinguen toda crítica en los medios de comunicación; la libertad de prensa la sustituyen con la propaganda oficial (La Jornada); y, para colmo, son dueños de los órganos encargados de organizar y calificar los procesos electorales.
México tiene en Venezuela un espejo en qué mirarse para saber hacia dónde nos conducen AMLO y sus seguidores, incluida C. Sheinbaum.
La sociedad requiere reconciliar sus diferencias y trabajar unida para impedir que la historia de Venezuela se repita en México. Ya antes copiamos la de Colombia -y padecemos las consecuencias-. Estos paralelismos populistas, autoritarios y antidemocráticos, son destructivos.
Periodista y maestro en seguridad nacional