El presunto contubernio de Andrés Manuel López Obrador con la delincuencia organizada a través de los “abrazos, no balazos” —que implicó ceder territorio y gobierno a estos grupos, con la complacencia de Joe Biden— podríá ser sepultada con el nombramiento del halcón Ronald Douglas Johnson (ex boina verde, especialista en inteligencia y ex colaborador de la CIA) como embajador de Donald Trump en México, lo que ya representa un auténtico cólico para la presidentA y su gobierno por lo que implica.
El Make America Great Again o MAGA, de Trump, ve en los migrantes, los cárteles de la droga, China y el T-MEC, obstáculos a ajustar para recuperar parte de su rol imperial.
Si bien el nombramiento no fue consultado con el gobierno mexicano ni cuenta aun con el beneplácito de este, rechazarlo daría paso al nombramiento de un personaje más incómodo.
La amenaza de una “invasión suave” (uso de poder letal vía fuerzas especiales o de drones) para combatir a líderes del crimen organizado y acabar con narco laboratorios, ha movido al gobierno mexicano a emprender anticipadamente acciones para detener a operadores regionales de los cárteles, con la esperanza de atemperar los ánimos de Trump.
El mayor reto será enfrentar la expulsión masiva de migrantes nacionales a los que hay que proveer de empleo y servicios que el país no dispone por la crisis económica heredada del gobierno anterior, particularmente por las obras inútiles y costosas que hay que subsidiar; de extranjeros, actuando como Tercer País Seguro -papel que estúpidamente asumió AMLO con cargo al erario nacional-, así como la contención de la migración desestabilizadora impulsada por Cuba, Venezuela, Nicaragua y otros países.
La persecusión de líderes del narco podría extenderse a algunos políticos mexicanos -principalmente de Morena- vinculados con la delincuencia organizada, el tráfico de drogas, o el huachicol fiscal (que financió a Morena), si así les conviene. Dentro de la “cooperacion”, cuerpos de seguridad norteamericana supervisarían las operaciones en contra de la delincuencia organizada.
Para evitar el inutil desgaste de su figura, la presidentA debe dejar a los secretarios de Relaciones Exteriores, Gobernación, Seguridad Ciudadana, Defensa y Marina, la díficil tarea de contención: mediar entre lo que quiera Andrés Manuel -la mano que mece la cuna- y lo que exija Trump.
Habrá que ver si R. Johnson apoya el combate a la inseguridad como lo hizo en El Salvador, que pasó de ser el país más inseguro del mundo (103 asesinatos por cada 100 mil habitantes, en 2015) a registrar -en septiembre pasado- 700 días -no continuos- sin un solo asesinato, desde 2019. Aquí los morenistas se rasgaron las vestiduras contra la Iglesia Católica, acusándola de intervenir en política por proponer cero asesinatos, este 12 de diciembre.
La movilización político-social estará a cargo de Morena y sus satélites, quienes tratarán de obstaculizar las exigencias trumpistas, atizando el ultranacionalismo y el antiyanquismo para impedir la involución de la 4T.
Estará por ver la respuesta de la sociedad mexicana a este esquema de cooperación binacional -de acuerdo a los resultados en paz y seguridad-, especialmente porque López Obrador claudicó a ellas.
Deberemos distinguir entre la defensa de la soberanía y la demagogia oficialista en torno a la cooperación binacional y multinacional para enfrentar a los cárteles que contaminan a casi todo el Continente.
Periodista y maestro en seguridad nacional