La campaña de #NarcoPresidente y #NarcoCandidata, que se ha instalado en redes sociales con particular fuerza es una de las mayores bajezas en que ha incurrido la oposición, pero también una muestra diáfana de su desesperación.
Y es que, hasta ahora, han sido incapaces de instalar en la sociedad ninguna de sus narrativas en contra de Andrés Manuel López Obrador, salvo en ciertos círculos. No han logrado bajarlo en sus índices de aprobación, ni que remonte su candidata frente a la exitosa campaña de Claudia Sheinbaum.
La historia comenzó el pasado 30 de enero, cuando en un ejemplo de nado sincronizado aparecieron en medios internacionales tres notas publicadas el mismo día (DW, ProPublica e Insight Crime) que ni aportaban pruebas ni descubrían nada.
Los reportajes —que al igual que el más reciente en el periódico The New York Times surgen de filtraciones de la DEA, motivada por una animadversión hacia el gobierno de AMLO— se basaron en testimonios de testigos protegidos e investigaciones que se cerraron por falta de pruebas.
A partir de entonces, la oposición inició una agresiva campaña en las redes para aprovecharse de un tema sensible para la gente, como es el clima de violencia en el país generado por el crimen organizado.
El hashtag NarcoPresidente no es algo que haya emergido espontáneamente entre internautas. Sería interesante investigar la enorme suma de dinero allí invertida.
Dos investigaciones, en particular —la del activista digital Julián Macías y la de Salvador Frausto, en Milenio— arrojan luz sobre la forma en que ha operado esta ofensiva. Los dos muestran la magnitud atípica de las conversaciones generadas durante estas semanas.
Salvador Frausto estima que entre el 30 de enero y el 1 de febrero (cuando se publicaron los reportajes), 140 millones de conversaciones contra AMLO propiciaron el hashtag NarcoPresidente, con más de la mitad de las cuentas creadas en el extranjero: 29.4 % en Argentina, 14.4 % en España, 7.1 % en Colombia y sólo 42.9 % en México.
La muestra más evidente de la presencia de bots en esta campaña son los errores cometidos en la escritura de los propios hashtags empleados. De un universo de 10 millones de tweets, encontró Julián Macías, 500 mil tenían el mismo error de dedo en “#NarcoPresidentAMLO3”.
Lo mismo ocurrió con “#NarcoCandidataSheimbaum” (con una “m” en vez de una “n” en el apellido de la candidata), el cual tuvo cinco veces más tuits que el hashtag escrito correctamente. Es evidente, entonces, que el origen es un trollcenter, pues resulta improbable que tantos usuarios repitan el mismo error.
El reportaje de ProPublica, que mostró Macías, se compartió 93 mil veces en Twitter, pero sólo cuatro mil en Facebook, mientras que el de Anabel Hernández en la DW, circuló más de 61 mil veces en Twitter y sólo ocho mil en Facebook. Esto es totalmente atípico: lo normal es que estos materiales se compartan más en Facebook.