En lo profundo de la Sierra Gorda, pueblos como Tilaco y Tancoyol guardan un patrimonio cultural invaluable. Como nueva queretana tuve la oportunidad de recorrerlos y conocerlos en esta semana y quedé más que encantada. Las misiones franciscanas, declaradas Patrimonio Mundial por la UNESCO, se levantan entre montañas y caminos estrechos como memoria viva de siglos de historia compartida. Sin embargo, quienes viven ahí lo saben: el patrimonio por sí solo no transforma. Hace falta inversión y oportunidades que conecten ese legado con un presente digno.

La Sierra ha sido históricamente una región expulsora de población. Según el informe del Coneval de 2020, municipios como Jalpan de Serra, Arroyo Seco y Landa de Matamoros registran a más de la mitad de su población viviendo en condiciones de pobreza. En este contexto, muchas familias dependen de las remesas enviadas desde Estados Unidos, y un porcentaje alto de jefes de hogar se emplea como jornalero o migra por necesidad. La migración forma parte de las estrategias de reproducción social campesina, en un entorno donde la escasez de tierra, los ingresos bajos y la falta de servicios básicos han limitado las posibilidades de permanecer.

A pesar de este panorama, las comunidades no han renunciado a imaginar alternativas. En los últimos años, ha cobrado fuerza la idea de impulsar un turismo cultural y sostenible, capaz de generar ingresos sin romper con el entorno. Iniciativas verdes y proyectos locales en alianza con académicos muestran que existe organización, disposición y creatividad para construir una nueva forma de recibir visitantes, una que promueva el cuidado de los recursos naturales, el trabajo digno y la participación local.

Sin embargo, el turismo cultural no ocurre por generación espontánea. Requiere planeación, financiamiento y políticas públicas sensibles al territorio. Hace falta un plan estratégico que priorice a los pueblos más alejados, que impulse infraestructura básica, que apoye a quienes desean ofrecer servicios turísticos y que conecte esta visión con otras dimensiones del desarrollo local. En ese camino, las personas migrantes de retorno pueden jugar un papel importante. No todas regresan con recursos, pero muchas cuentan con experiencia, redes y, en algunos casos, ahorros que podrían invertirse en proyectos productivos si existieran condiciones: acceso a crédito, capacitación, acompañamiento técnico.

La Sierra Gorda no necesita fórmulas importadas. Necesita una política pública que escuche, que respete los ritmos comunitarios y que fortalezca lo que ya existe. En pueblos como Tilaco y Tancoyol hay historia, hay hospitalidad, hay disposición. Hay personas esperando una oportunidad concreta para quedarse y construir.

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