Mauricio Kuri presentó su tercer informe de gobierno en un formato que él mismo definió como “diferente.” Acompañado por el círculo de personajes en el poder, y vestido de manera casual, con las mangas de la camisa arremangadas, habló de lo que considera sus logros más importantes. Durante su discurso, también dedicó varios momentos a responder a quienes lo cuestionan, sugiriendo que sus críticos prefieren ver fracasar al estado antes que reconocer sus avances. Aunque enfatizó que gobierna para todas y todos, al reducir las críticas a una simple confrontación entre partidos, se arriesga a desvirtuar las preocupaciones legítimas.
Lo cierto es que la política no puede ni debe alejarse de la crítica. Querétaro ya no es el mismo que hace 20 años; en el estado ha crecido una masa crítica con la llegada de nuevas universidades, centros de investigación y desarrollo, artistas, periódicos, y el incremento en una diversidad social y cultural que ha enriquecido la discusión pública. Esto último debería ser tomado como una buena noticia y, más que ocasionar rechazo, podría ser parte de la autocrítica hacia la estrategia de “círculos selectos” y un gobierno que excluye a quienes no se alinean.
Ahora, es importante considerar que las sociedades que verdaderamente aspiran al progreso son aquellas donde la participación social y el derecho a cuestionar están garantizados. La ciudadanía organizada y la prensa tienen un rol crucial en la evaluación y vigilancia de las decisiones públicas; es fundamental que esas voces críticas se escuchen sin temor a represalias, vetos o intimidaciones que puedan derivar en autocensura. Cuando desde el poder se opta por descalificar la crítica y se cierran espacios para la participación de personas con ideas diferentes (y que no pertenecen a los círculos de siempre), se empieza a recorrer el camino hacia lo que Manuel Castells (2017) llama “la ruptura”. Castells advierte que en las democracias modernas se vive una peligrosa desconexión entre los gobernantes y la sociedad, una separación que alimenta la desconfianza y la falta de representación. Como menciona el famoso sociólogo: “ los políticos se convierten en un grupo que define sus intereses comunes por encima de los intereses de quienes deciden representar.” Esta decepción, menciona, ha derivado en el ascenso de grupos con ideas antisistema en diferentes lugares del mundo.
Cualquier gobierno que descalifique o minimice a quienes observan y cuestionan, y que excluya la diversidad en las representaciones, se aproxima, sin darse cuenta, a su propio colapso. La falta de representación real, la negación de la pluralidad y la incapacidad de escuchar conducen a un riesgo de ruptura democrática.
Querétaro debe entender que las propuestas para fortalecer la democracia no pueden quedarse solo en buenas intenciones. La prensa y la sociedad en general deben tener la libertad de proponer soluciones, ser escuchados y ejercer una crítica auténtica, y que esta sea vista como una herramienta indispensable del buen gobierno. Además, es urgente el impulso de más organizaciones civiles que puedan vigilar, auditar y seguir de cerca el destino de los recursos públicos y las decisiones del gobierno. Organizaciones que cuenten con los medios y la información necesaria para cuestionar, y hacerlo con datos confiables y verídicos. Durante su informe, Kuri subrayó la importancia de los equilibrios de poder, y tiene razón: pero ese equilibrio también incluye el poder ciudadano, el contrapeso necesario para mantener una democracia saludable y robusta.
Investigadora de la UNAM