Esta semana, la presidenta electa anunció que el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencia y Tecnología (Conahcyt) será transformado en una Secretaría. Esta noticia ha generado reacciones mixtas en la comunidad académica y científica; mientras muchos celebran un posible cambio de rumbo, otros están preocupados por la centralización de la gestión y la limitación de la autonomía de las y los investigadores en un contexto de estancamiento presupuestario.

El Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 incluyó un Plan Nacional para la Innovación con el objetivo de posicionar a México como un líder regional en ciencia y tecnología. Sin embargo, muchas de estas promesas no se han cumplido. Las iniciativas planteadas, aunque ambiciosas, han enfrentado obstáculos como la falta de coordinación interinstitucional y la asignación insuficiente de recursos. Se necesita un cambio en la estrategia. La falta de financiamiento continuo y de un marco de políticas robustas ha limitado el potencial del país. La inversión en investigación y desarrollo es solo del 0.31% del PIB, muy por debajo del promedio de las naciones de la OCDE, que es del 2.37%.

En el caso de Querétaro, un estado que se ha consolidado como un centro clave de innovación y desarrollo industrial, enfrenta desafíos específicos. La región ha atraído capital significativo, convirtiéndose en un polo atractivo para la Inversión Extranjera Directa (IED). Sin embargo, esta dependencia presenta retos en términos de sostenibilidad y desarrollo endógeno. Para avanzar hacia una mayor autonomía tecnológica, Querétaro debe centrarse en fortalecer su sistema de innovación local.

La transformación del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencia y Tecnología (Conahcyt) en una Secretaría implica un cambio significativo en la gestión de las políticas científicas en México. Este cambio debe ser genuino y no una mera simulación, incrementando la eficiencia y efectividad en la administración de recursos científicos. Además, es vital reactivar la vinculación entre la academia y la industria, aspecto que se ha visto limitado en la administración actual. Fomentar esta colaboración es esencial para que el conocimiento generado en universidades y centros de investigación se traduzca en aplicaciones prácticas y soluciones tecnológicas que beneficien a la sociedad y al sector productivo. Querétaro, con su creciente ecosistema de innovación, tiene el potencial de liderar este cambio, consolidando su sistema de desarrollo tecnológico y optimizando los beneficios de la Inversión Extranjera Directa (IED). Al hacerlo, podría convertirse en un modelo a seguir para otras regiones, demostrando cómo una gestión colaborativa puede impulsar el avance científico y tecnológico de México.

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