Querétaro tiene una deuda pendiente con quienes buscan a sus seres queridos. El número de personas desaparecidas en el estado ha ido en aumento, creciendo al mismo ritmo que la indiferencia pública y social frente a esta tragedia. Desde 2021 las cifras se han triplicado; al día de hoy, según datos del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas, suman 259 personas en estatus de “desaparecidas y no localizadas”, de las cuales 59 son mujeres y 200 son hombres. Y aún faltan los casos que nunca se reportan, aquellos de los que nadie habla.
Este incremento no es un dato aislado, es el reflejo de una herida más profunda que atraviesa a nuestro estado y al país entero. A menudo, escuchamos que Querétaro es diferente, un lugar donde la vida transcurre en paz, lejos de los conflictos que azotan a otras regiones. Pero los recientes hallazgos de fosas clandestinas en San Juan del Río, e incluso en zonas urbanas de Santiago de Querétaro, nos demuestran lo contrario. No somos un oasis, y es hora de reconocerlo. Querétaro también sufre las consecuencias de la violencia y del olvido.
Con la elección del nuevo fiscal del estado se abren muchas incógnitas. Las familias que buscan a sus seres queridos se preguntan si este cambio traerá un verdadero compromiso con la justicia o si continuará la misma indiferencia de siempre. Los colectivos de búsqueda alzaron la voz exigiendo un proceso transparente y dejando claro que no aceptarían a un fiscal que no esté dispuesto a escuchar y actuar con empatía. No se trata solo de quién asumió el cargo, sino de cómo utiliza su poder. En el pasado, las promesas se quedaron en el aire. Hoy, las familias exigen más que palabras; demandan resultados y acciones concretas.
¿Qué esperar del nuevo fiscal? Las familias confían en que se avance en las mesas de trabajo, las que fueron abandonadas en administraciones anteriores. Han enfrentado negligencia y represión, y ahora exigen un cambio: un enfoque real en la búsqueda de sus seres queridos, un esfuerzo genuino de colaboración con las autoridades, alejados de la indiferencia y los obstáculos burocráticos que han sido la norma. La esperanza es que esta vez las promesas se transformen en hechos, y que el nuevo fiscal se muestre dispuesto a escuchar y actuar con humanidad y firmeza.
Si las autoridades persisten en su empeño de promocionar Querétaro como un lugar donde “no pasa nada”, blindado ante los problemas del resto del país, seguirán ignorando las violencias que afectan a tantas familias. Las desapariciones y las injusticias están aquí, y al negar su existencia nos condenamos a no comprender ni abordar la crisis que nos golpea. Mantener la fantasía de un Querétaro ideal solo perpetúa el olvido y la indiferencia, dejando a las víctimas en un camino solitario, carente de apoyo y de verdad. La paz que tanto apreciamos solo será posible si reconocemos esta realidad y nos comprometemos, con honestidad, a buscar la justicia que merecen.
Investigadora de la UNAM.
Campus Juriquilla