Durante su presentación mañanera hace unos días, el Presidente de la República lanzó una peligrosa imputación sobre presuntas “maniobras de la oposición para perpetrar un fraude electoral desde el Poder Judicial”, con el objetivo de anular los resultados de las elecciones federales.

Ante tales manifestaciones, surgieron diversas expresiones como la del alto comisionado de las Naciones Unidas para los derechos humanos, Volker Türk, en la reunión del consejo general en Ginebra, Suiza, refiriéndose a las próximas elecciones en México dijo que “este inmenso ejercicio de los derechos políticos y civiles se debe salvaguardar de la violencia”.

En México, la Conferencia del Episcopado ha establecido con claridad su preocupación por la seguridad en el país y por la capacidad de los criminales de intervenir en el proceso electoral. El lunes firmaron las candidatas y el candidato presidencial un documento-compromiso con 120 recomendaciones.

Pero Claudia Sheinbaum sostuvo que no estaba de acuerdo con el diagnóstico ni con muchas de las propuestas, como lo ratificó ayer en la mañana el presidente López Obrador.

En la Ciudad de las Ideas, la dirigente española del Partido Popular, Cayetana Álvarez de Toledo, hizo una crítica a la estrategia de seguridad del gobierno federal. “México, este país formidable, esta nación admirable, esta potencia económica y cultural impresionante, está siendo tomado por el crimen organizado, sostuvo, por la complacencia de quienes debieran defenderlo. ¿’Abrazos, no balazos’, o más bien abrazos a los que dan balazos? (…)

Lo anterior expone datos de riesgo para la elección, o ¿es una estratagema para imponer un “Maximato” transexenal y provocar un golpe de Estado a las instituciones electorales para, de esa manera, someterlas bajo control absoluto?

Sin embargo, cuando hablamos de elecciones, los resultados de las encuestas en los últimos años en varios países fueron diferentes a los ganadores de las contiendas por el poder, muy por encima del margen de error aceptable (+/-5%) en estos procesos. Por ejemplo, en Estados Unidos (2016), Hillary Clinton estaba por lo menos 8% arriba en las encuestas sobre Donald Trump.

En estas elecciones ganó quien estaba abajo en las encuestas el día de las elecciones. ¿Cuál es la razón? ¿Se equivocaron las encuestadoras? En todos los casos anteriores se trata de países desarrollados donde se pretende cuantificar todo; sin embargo, lo único que no se puede cuantificar es la variable más importante: el factor humano, presente en cada uno de nosotros y el que en verdad decide al siguiente líder.

¿Qué puede influenciar el resultado de las encuestas? El tamaño de la muestra, es decir, a cuántas personas del total de ciudadanos se les pregunta, y los métodos para tomar la muestra en un país de casi 100 millones de electores, es imposible entrevistar a suficientes ciudadanos para blindar el resultado final.

Tampoco se puede predecir cuántas personas votarán, muchas personas dicen que votarán a favor de un candidato y al momento de sufragar cambian de opinión. No olvidemos la franja de los Switchers 2 que está alejado de AMLO, pero tampoco es seguro para la oposición: es un segmento de votantes que hay que ganar.

Al final del día, lo que cuenta es el voto ciudadano y no lo que digan los porcentajes de las encuestas. No permita que su voto sea influenciado por las encuestas; analice las propuestas, trayectorias y resultados de los candidatos.

México merece mucho más de lo que nos han ofrecido hasta ahora. La mejor forma de conocer el futuro es construirlo cada día; comencemos hoy mismo o caeremos en la ignominia.

En democracia es preciso vigilar y exigir a los gobiernos, pero también a las oposiciones.

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