Durante los últimos noventa años, nuestro país ha transitado por un proceso pacífico para renovar sus instituciones. Se crearon entidades democráticas que garantizaron la alternancia. Se abrió la puerta a diversos partidos, de todas las corrientes ideológicas. Ahora, hay un cambio institucional, se han ido debilitamiento los partidos, y surge la figura del partido en el poder, el partido oficial y a la cabeza un presidente con tintes dictatoriales.

El proceso electoral se ha iniciado con un total alejamiento institucional, ninguno de los contendientes hacia el interior del partido oficial y en la oposición, ha preparado un planteamiento ordenado y sistemático de sus posiciones en torno a los grandes problemas nacionales.

Esto ha abierto el espacio en el que se degrada la vida institucional, como iniciar la campaña con una limpia, o la visita a un templo traspasando la vigencia del Estado laico. Este proceso, señala la ley, debe estructurarse con planteamientos de renovación, definiendo cambios en las estructuras para adaptar más a la sociedad y a la economía a los grandes retos que enfrenta el país para establecer una sociedad menos desigual, mediante el establecimiento de un piso social básico institucional que permitiera un ensanchamiento de las clases medias a través de una auténtica movilidad social.

La sociedad es quien demanda este cambio, no se conforma con discursos huecos y sin contenido, que buscan simplemente ganar el beneplácito del gran elector. Lamentablemente, los planteamientos de la oposición son desestructurados y sin contenido de cambio, lo que lleva a aceptar de facto el continuismo político, que fundamenta una estructura de poder basada en los privilegios y no en el esfuerzo del trabajo.

Frente a este debilitamiento de la política, es momento de un análisis objetivo que recobre las grandes ideas del estado de bienestar fundamentados en las organizaciones de la sociedad civil y en los sindicatos del campo y de la ciudad, que ponga un límite a las displicencias del poder para construir un auténtico piso social que garantice los mínimos del bienestar de las mayorías.

La sociedad civil, percibe que pese a la necesidad de unión por parte de la oposición para capitalizar el descontento de las clases medias y altas contra el gobierno federal se esté dividiendo. Parecería que están peleándose por los pocos espacios que le quedan a los partidos de oposición a cargos de elección, ya hay más aspirantes que gente.

La politóloga Blanca Heredia dice que: “Los gobiernos del denominado régimen de la transición (2000-2018), tanto el PAN como el PRI, abandonaron mucho el territorio y se concentraron en el escritorio.” Y justo es eso, la oposición olvidó la enorme importancia que tiene el trabajar cerca de la población, “tocar tierra”.

La oposición sigue sin entender que no es suficiente con ir en contra del presidente de la República y su movimiento, es importante hablar de la transición: democracia electoral, mercados abiertos, transparencia, rendición de cuentas, Estado de Derecho; también hay que atender el descontento de las clases medias y altas y encontrar la estrategia para que incluya a los sectores más pobres. Insistir en obtener el voto de los abstencionistas.

El problema de la oposición es que esta tratado de encontrar un diagnóstico que ya tiene, ahora debe conectar con la experiencia de las personas y tener una estrategia que debe encabezar quien sea capaz de producir a mediano plazo un rendimiento electoral y de gobierno.

Los tres dirigentes nacionales de los partidos opositores han acordado que “de la mano con la sociedad civil” construirán un método, un proceso que les permita lograr la candidatura más competitiva posible para competir. Ojalá no lo compliquen con su visión cortoplacista y por las luchas de poder que se dan en su seno. Para entrar a la competencia deben ser sensible a las causas sociales.

Expresidente municipal de Querétaro y exlegislador. @Chucho_RH

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