El domingo fue un gran día, porque los gigantes con pies de barro temblaron ante el poder de los ciudadanos en las urnas.
La participación ciudadana este dos de junio fue impresionante. Mostró que las elecciones fueron mucho más que un simple trámite.
Al partido en el gobierno y sus aliados les fue muy mal. Dicen que se cosecha lo que se siembra. Lo sorprendente es que se señala precisamente a éstos como los responsables de amedrentar e infundir miedo y zozobra para desalentar el voto en casillas que sabían perdidas.
Se esperaba una gran ola pero la afluencia a las urnas semejó un impresionante tsunami ciudadano.
Decididos a romper el silencio, a no quedarse callados, los electores ni siquiera se amilanaron ante los raros reportes de bombas y los intentos de suspender algunas votaciones. En Juriquilla, Querétaro, la indignación fue la respuesta a los atentados incendiarios por parte de saboteadores. Las elecciones en Puebla quedaron manchadas.
¿Qué tenían que hacer Evo Morales y Alberto Fernández como observadores cachirules? Si alguien sabe, que nos diga. ¿Y la OEA, dónde la queda?
En Chiapas se confirmó lo que ya se sabía, la ausencia de autoridad, porque la violencia obligó al menos a dos municipios a suspender las elecciones.
Rutilio Escandón se dejó ver, pero solo para que lo abuchearan. Bueno, tampoco le fue muy bien a @ArturoZaldívarL, a Pedro Kumamoto, a @MiguelTorrucoG, Álvarez Maynez, Rocío Nalhe y una larga lista. Es más hasta a Guadalupe Taddei le reprocharon que no hizo fila como el resto de los electores.
En redes sociales, los posteos de lo ocurrido en consulados y embajadas evidenciaron que la diplomacia en turno subestimó la respuesta de los connacionales y sobre todo el sentido del voto. En Madrid, Washington, San Antonio Texas miles de mexicanos se habrían quedado sin derecho a votar, ¿cuscús?
En la casilla que me tocó hacer fila en la CDMX, me sentí como en casa porque mis vecinos cumplieron con ese sacrosanto deber cívico que es darle certidumbre a la democracia.
A los funcionarios de casilla hay que reconocerles las muchas horas que dedicaron a capacitarse, a vigilar celosamente la papelería electoral para defender el principio de que el voto se cuenta y cuenta.
Enfrentaron todo tipo de acechanzas, tanto como para no aceptar ni siquiera una botella de agua de gente extraña, para no correr el riesgo de enfermarse y ser sustituidos por funcionarios emergentes a modo.
Hay que decirlo muy claro, los ciudadanos no hacen fraude. El ganso cree que todos son de su condición, o algo así.
En este país del no pasa nada, los ciudadanos defendieron valientemente a la democracia. El voto oculto, el voto de castigo, el voto de las maltratadas clases medias, el voto espontáneo, vencieron a la apatía, a la indiferencia.
La mayoría de las encuestadoras deberían replantear su modelo de negocios, pues su prestigio quedó por los suelos.
Por cierto, ¿notaron ustedes que a lo largo de la jornada electoral no hubo presencia militar en las calles ni cerca de las casillas? Que estuvieron acuartelados, dijeron. Algo ocurrió ¿qué no?