No pretendo, este martes #DesdeCabina posicionar ningún tipo de ideología, ni mucho menos cuestionar lo desarrollado por una u otra administración municipal, estatal o federal, todas, y enfatizo todas, han tenido grandes aciertos y acciones igualmente cuestionables. Sí pretendo en cambio, aprovechando el día del ingeniero, dejar la reflexión sobre la mesa, ¿cómo sería la construcción del plan de nación, si se hiciera como los ingenieros?. Felicidades colegas !!!
Tengo la increíble fortuna de haber estudiado una ingeniería, de haber ejercido, durante un tiempo considerable, mi carrera profesional en una rama de la ingeniería que se encuentra presente en casi cualquier actividad de nuestra vida moderna, desde la industria aeroespacial hasta la decodificación del genoma humano hablando de ramas de la ingeniería de alta complejidad y especialización.
Mi formación, así como la de muchos de mis colegas ingenieros mecánicos, civiles, en sistemas o biomédicos -para no listarlos a todos-. estuvo llena de libros, cálculos, experimentos y proyectos que perseguían la resolución de un problema a través de la conjunción de teorías, técnicas, experiencias documentadas y mucha experimentación. La solución propuesta siempre buscaba contar con criterios y conceptos de diseño que en términos muy simples pretendían transformar un reto o problema en una oportunidad a través de un enfoque sistémico. Nunca ha sido perfecto, pero así es como se ha llevado al hombre a la luna o se han logrado programar algoritmos y contar con los sistemas avanzados de procesamiento electrónico de información a gran escala y a muy alta velocidad para poder usar -de manera práctica y ya cotidiana- diversas herramientas de inteligencia artificial que hoy parecen sumamente naturales.
Sería fabuloso que con la meticulosidad, enfoque integral, con la suficiente información y basado en datos derivados de la experiencia, pudiera construirse verdaderamente un proyecto de nación que tenga la congruencia, ambición y altura de miras que casi 130 millones de mexicanos tanto anhelamos. Un proyecto que retome y “ajuste” -como se entendería de manera natural- lo que ha resultado a lo largo de nuestra historía, que se maticen los logros, los fracasos y que con sincera humildad se asuma que no hay régimen económico perfecto ni doctrinas políticas infalibles; hoy más que nunca el cambio mundial no sólo invita, sino que exige flexibilidad en los modelos político económicos.
Esperar que posiciones totalitarias que desdeñan o quieren desaparecer lo poco o mucho que México ha ganado en diversos ámbitos es tanto como afirmar que nuestra nación no ha transitado y menos aún, aprendido de sus errores y aciertos. Forzar cualquier iniciativa, constructiva, o peor incluso, destructiva, puede tener serias y trascendentes implicaciones en la vida de las futuras generaciones dado el contexto en el que dichas generaciones se habrán de desempeñar en un mundo más global, diverso, altamente competitivo y tecnificado. Asegurar que una nación con grandes antecedentes históricos previos a la conquista, que lo aprendido a lo largo de más de 500 años posteriores a ella y dentro de los cuales más de 200 años como estado independiente en la forma de un imperio y con una democracia moderna con mas de 50 años de edad, no han servido para nada, es negar nuestro propio origen y deshonrar lo alcanzado por miles de compatriotas.