Tengo la fortuna de haber vivido lo suficiente como para reconocer, y sobre todo recordar, que mi carrera profesional ha sido moldeada por mis jefes, mis pares y por supuesto por las personas a quienes he tenido la fortuna —en todos los sentidos— de dirigir o coordinar de alguna manera desde hace más de casi 25 años, en que he tenido la oportunidad de dirigir equipos de trabajo. Todo ha sido increíble a la fecha.
De todos y casi de todo me acuerdo, sin embargo, han existido personas en mi vida que han significado algo más —como seguro muchos de mis lectores pueden igualmente reconocer en sus carreras profesionales—, jefes o compañeros que han sido, por sus acciones, comportamientos, liderazgo o por eventos significativos en los que se distinguieron, se convirtieron —sin nombramiento algun— en esa esa luz necesaria para iluminar el camino o hacer mucho más llevadero el quehacer cotidiano, en personas necesarias para tener cerca, en compañeros, jefes o subordinados a quienes admirar e incluso emular.
Ese fue para mi el ingeniero Ángel Ramirez Vázquez, hombre sencillo, de trato amable, de mirada franca, de convicciones claras, de trabajo incansable y de cientos de iniciativas que demostraban, a través de su compromiso y entrega por hacerlas realidad, un incansable talante por ser útil a los demás a través de su trabajo, de siempre buscar la manera de que las cosas sucedieran y sobre todo de estar al pendiente de los demás, aún a pesar de no encontrarnos bajo el techo de la misma institución, encontrando el modo de coincidir, de comunicarse, de procurar la amistad y, sobre todo, de ser esa amigo presto para brindar ayuda.
El Ing. Ángel, como le llamábamos, “Angelito”, como le decían sus contemporáneos más cercanos, ya no está más con nosotros, el “Inge” —como la gran mayoría le decíamos— deja un legado de trabajo al frente de varias instituciones, deja un sinfín de amistades de una gran variedad de edades y una multitud de intereses, una familia con hijos y nietos que vivirán de la multitud de recuerdos y grandes enseñanzas que nos trajo su convivencia cotidiana, su calidez y la forma en la que tanto con mano derecho, como con mano izquierda, gestionó una gran cantidad de proyectos e iniciativas a lo largo de su vida productiva y personal, que en el Ing. Ángel, siempre fueron juntas.
Hoy que recuerdo con cariño, admiración y profunda tristeza la falta de su presencia, extrañaré su mano cálida, la llamada furtiva preguntando si todo estaba bien con la familia, o la invitación a la bohemia, que no se escucharán más.
Pienso también en lo que significa perder a alguien, que sin ser familia, en ocasiones, estuvo más que la propia familia impactando profundamente mi vida profesional.
Hoy, extrañaré mis conversaciones con el Ing. Ángel, y recordaré con cariño, que la mejor forma de honrar su memoria, es vivir sus enseñanzas, eso es lo que aprendo ahora que pierdo a un mentor.
@Jorge_GVR