Quisiera creerlo. Que México ha cambiado, que no corremos, no gritamos y no empujamos -frase natural ante cualquier emergencia en el mundo de la protección civil-. Me encantaría imaginar que México y su verdadera riqueza no se han perdido, más aún que como nación hemos entendido -finalmente-, la importancia de valorarla, apreciarla y potenciarla para todas y todos -ah canijo, ya me escuché muy político-, y que hemos aminorado, ya no digamos desaparecido, la verdadera pobreza de nuestro país.
Este martes #DesdeCabina, en un día en extremo especial para nuestro país, para la moderna historia de México y su futuro de corto y mediano plazo, quiero reflexionar sobre nuestra verdadera riqueza y también alrededor de la pobreza que de muchas maneras inunda la vida de millones de connacionales desde hace algunos años.
Como país, como pueblo, somos en extremos ricos, contamos con un territorio de casi 2 millones de km cuadrados, ocupando el lugar número 5 mundialmente dentro de los 17 países megadiversos por la variedad en especies, es decir, nuestra dependencia como especie humana se encuentra íntimamente ligada a los ecosistemas biodiversos que nos rodean. Somos una economía con sectores que han emergido producto de la competitividad y buenas prácticas en política pública en las diversas regiones de nuestro país, contamos con instituciones educativas públicas y privadas de alto impacto nacional e internacional y, en principio vivimos en una república en donde la vida democrática ha permitido que todos los niveles de gobierno vivan una alternancia de ideologías y gobiernos que han favorecido y perjudicado -no hay gobierno, ni ideología política perfectos- al menos las últimas dos décadas de nuestra historia moderna.
Sin embargo, como bien se sabe, México es un país de grandes contrastes, de contradicciones y sobre todo de una gran pobreza. Si nos limitamos a utilizar las definiciones que el Inegi plantea a partir de su Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto en el Hogar (ENIGH) para la pobreza multidimensional en la que millones de mexicanos se encuentran ya sea por no tener acceso a servicios sociales básicos (como salud, educación o vivienda, por mencionar algunas dimensiones) o por no contar con un ingreso suficiente para satisfacer sus necesidades.
Pero como decía, no quiero hablar de esa pobreza que vivimos desde hace siglos, gracias a una multitud de razones, más bien quiero referirme a esa pobreza mental que no nos deja convivir entre nosotros, que nos separa y permite que unos cuantos dividan sin mayor dificultad, de esa pobreza burda y prostituible que se deja engañar por verdades incompletas, de unos y de otros, por cortinas de humo que distraen y avivan la llama de un pueblo conquistado por la apatía, por el desdén de entender cómo funciona, en todo el contexto social y personal, el país, una nación que aún con su enorme riqueza se empeña en pensar y actuar con una mentalidad en exceso disminuida.
Me pregunto si podremos construir -por no decir reconstruir- a ese México que figuraba hace escasos años y que aún con grandes carencias, se atrevió a cuestionarse, a retarse; me pregunto si en verdad se ha transformado nuestro país, si no somos un refrito de una película barata y quizá truqueada de otras regiones y estamos perdiendo un tiempo valioso, en el que muchos más se nos siguen adelantando. Nuestro país no es más el grande de los chicos en nuestro continente junto a Brasil y Argentina. Me pregunto si tenemos ya un México nuevo o está peor que el de antes.
@Jorge_GVR