Siempre me he considerado alguien chillón -sentimental diría mi señor padre. Él también lo es-. Tan pronto veo una escena, una película, escucho o atestiguo una historia de superación, de valores o de sufrimiento, esfuerzo y logro, me cuesta trabajo contener la emoción y en verdad batallo tratando de ocultar bajo los lentes cuando se empieza a asomar la gota que anuncia las lágrimas. Simplemente, no puedo evitarlo.

La semana pasada, con motivo de la sesión ordinaria del Consejo Directivo de la Federación Mexicana de la Industria Aeroespacial (FEMIA), tuvimos la oportunidad de escuchar una plática de superación y perseverancia sin parangón, la historia del esfuerzo que el astronauta mexico-estadounidense José Hernández vivió para lograr ser parte de la tripulación de la misión espacial STS-128 a bordo del transbordador Discovery, cuyo propósito fue rehabilitar con nuevo equipamiento para más pruebas y experimentos de laboratorio a la estación espacial internacional. Dicha misión despegó el 28 de agosto de 2009, hace casi 15 años. Justo en esta semana en que estas líneas verán la luz #DesdeCabina.

Debo de reconocer que no era la primera vez que escuchaba una plática de José Hernández, la había presenciado anteriormente cuando visitó en 2012 la Universidad Aeronáutica en Querétaro. Pero en esta ocasión, la vi de manera diferente, la entendí con otra óptica y sobre todo me “cayó el 20” de otra manera. Esta vez entendí que soñar en grande no solo es posible sino necesario, y que enfocarse estratégicamente es muy poderoso cuando el objetivo es claro, cuando sé es consiente y uno se dispone a pagar el precio del esfuerzo que represente comprometerse con ese sueño, con ese objetivo, con esa meta lejana, pero factible. A José solo le llevo 37 años alcanzar su meta; declarado su deseo de ser astronauta a la edad de 10 años, su conversación, su manera de pensar y, sobre todo, de “acercarse a su sueño” a través de sus estudios, su preparación exhaustiva y el desarrollo de capacidades y habilidades que lo volvieran elegibles para el programa espacial de la NASA se convirtieron en su proceso permanente, con esposa y 5 hijos a lo largo del camino se enfocó en tomar decisiones cuyo marco era convertirse en ese candidato factible de ser elegido por la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA por sus siglas en inglés). Le tomó 12 intentos a José Hernández convertirse en miembro de la 19a generación del programa espacial de la NASA.

Que me dejó la plática, repito, la importancia de soñar en grande, de tomar decisiones de formación que nos acerquen a nuestros sueños, de esforzarnos y perseverar incansablemente, de saber dónde y junto a quien se encuentra uno para entonces definir una ruta que nos ponga en el camino hacia nuestro o nuestros sueños. Me quedo igualmente con encontrar y compararnos con aquellos a quienes admiramos en nuestro campo, no para conmiserarnos, sino para entender que tiene esa persona, equipo de trabajo u organización que no tenga yo, mi equipo o la empresa que encabezo y con ello encontrar una trayectoria que me diferencie como persona y organización de los demás. Alcanzar los sueños siempre será un proceso y creo al final del día, la razón de perseguir los sueños.


@Jorge_GVR

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