Sin que esta colaboración semanal, que se esfuerza por no convertirse en quincenal, aborde este martes una clase de historia o antropología alrededor de la historia de las misiones franciscanas en Querétaro y su relación con las del estado de Texas en la unión americana, sí pretende por el contrario, poner en perspectiva un ejemplo sutil pero de un impacto sumamente profundo respecto de las acciones ya sea positivas o negativas, que las personas, ya sean funcionarios públicos, políticos, empresarios, o cualquier persona podemos tener con nuestras acciones en el futuro que desconocemos pero que construimos desde nuestro presente.

La reflexión surgió particularmente los pasados jueves y viernes cuando una delegación de funcionarios públicos, artistas, empresarios y ejecutivos de instituciones educativas de la ciudad de San Antonio encabezados por su alcalde Ron Neirenberg llegaron a Querétaro para formalizar una relación que, quiera ponerlo así en perspectiva, se inició entre finales del siglo XVII y la primera mitad del XVIII, es decir entre los años 1630 y 1740.

Al final de la semana pasada el consorcio de instituciones universitarias públicas del gobierno del estado de Querétaro firmó un acuerdo de entendimiento con el Colegio Comunitario Álamo Colleges District de la Ciudad de San Antonio, para intercambiar mejores prácticas, estudiantes, miembros de los cuerpos docentes y experiencias de internacionalización en el contexto de dos comunidades unidades por la interdependencia histórica. Al mismo tiempo, los Aeropuertos de San Antonio y de Querétaro firmaron un hermanamiento para promover de manera conjunto la conectividad aérea -ya existente, por cierto, a través de un vuelo directo entre ambas ciudades- para la promoción turística, artística y de negocios. La sinergia entre ambas comunidades es histórica y se reforzará aún más.

Sin embargo, el hecho que quiero resaltar hoy #DesdeCabina, no es que ambas comunidades hayan retomado ese añejo y sutil vínculo iniciado por los frailes franciscanos desde el colegio de la Santa Cruz en Querétaro hace más de trescientos años, sino más bien lo remarcable de la trascendencia, en el tiempo, de nuestros actos. Cuántas veces no somos conscientes que las decisiones y caminos que tomamos, los proyectos que emprendemos, las personas con las que acordamos resolver y accionar está modelando el futuro de muchas personas más y no solo el nuestro. ¿En verdad somos tan conscientes de que el “futuro se construye hoy” a partir de nuestras decisiones y acciones?

Me pregunto, a manera de conclusión, ¿qué México tendríamos si nos detuviéramos a pensar en el mañana, en todas las consecuencias, tanto positivas como negativas de las decisiones que construimos desde nuestras trincheras, al respaldo de nuestras facultades o de nuestras sillas, ganadas u otorgadas por el sufragio? Tendríamos el sistema educativo público, el desarrollo económico, la salud pública, la evolución e independencia tecnológica, la procuración de justicia generalizada y expedita -por solo mencionar algunos temas torales de nuestro país-, que merecemos. No lo sé, pero creo que sí ayudaría bastante que nos detuviéramos a revisar con un mayor detenimiento sobre la profundidad de nuestros actos. Seguro seríamos otro México.

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