Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa no son hombres del presidente Enrique Peña Nieto. Más aún, Beltrones fue su rival en la disputa por la candidatura del PRI en la precampaña presidencial para el 2012. Recordemos que el actual mandatario tuvo que hacer una alianza con los gobernadores para lograr imponerse desde la periferia a la cúpula del PRI nacional desde donde lo enfrentaron Beatriz Paredes y el entonces coordinador de los senadores.

Pero nadie en Los Pinos puede escatimar los servicios prestados por Gamboa y Beltrones al presidente una vez que este se instaló en Los Pinos. En su calidad de coordinadores de senadores y de diputados priístas respectivamente, ambos han sido piezas fundamentales para impulsar la aprobación de las reformas constitucionales en las cámaras, leyes secundarias incluidas.

Los dos se habían hecho útiles en los meses previos a la toma de posesión de Peña Nieto, cuando Osorio Chong y otros negociaban febrilmente con los partidos de oposición para lograr el anuncio del famoso Pacto por México, con el que inauguró su gobierno el mexiquense. El cuarto de guerra del presidente electo encontró muy útil el oficio de los dos legisladores, veteranos de mil batallas. Fue en estos prolegómenos cuando Los Pinos advirtió que sus propios cuadros no alcanzarían para el enorme cabildeo con las fuerzas políticas que se les venía encima.

En ese sentido, Peña Nieto tuvo el acierto de hacer una mezcla adecuada entre sus hombres de confianza y los hombres necesarios, que no es lo mismo. Uno de los grandes errores de Felipe Calderón fue justamente ese: privilegiar a su cuarto de guerra y convertir a sus miembros en secretarios de Estado. Motivado por la desconfianza y sus afanes de control, el ex mandatario del PAN prefirió lealtad a capacidad, y el resultado está a la vista.

El tema es relevante porque las elecciones del próximo año moverán el reparto de posiciones del equipo gobernante. Manlio Fabio Beltrones dejará la cámara de diputados, y con ello su habilidosa coordinación, lo cual obliga a Los Pinos a un reacomodo de piezas. El control de la llamada Cámara Baja, es esencial no sólo por las leyes secundarias que seguirán procesándose en la segunda mitad del sexenio, sino por también por la definición de los presupuestos anuales, entre otras muchas cosas.

Se afirma que César Camacho, actual presidente del PRI, sería el operador destinado a ocupar la coordinación de los diputados en la siguiente legislatura, lo cual deja dos preguntas en el aire: ¿Qué hacer con Manlio Fabio Beltrones? Y más importante aún, ¿A quién designar presidente del PRI? Para muchos, la simultaneidad de las dos preguntas se resuelve sola: un enroque de posiciones. Beltrones al PRI, Camacho a la cámara.

Sin embargo, las cosas no son tan sencillas. En materia de niveles de confianza hay códigos postales, digamos. Peña Nieto preferiría ver a uno de los suyos a cargo del partido, como podría ser Aurelio Nuño, actual jefe de la oficina de la Presidencia, y no a un mero aliado con agenda propia como lo es Manlio Fabio Beltrones. Recordemos que en la segunda mitad del sexenio, las cabezas de los partidos políticos adquieren un valor estratégico por la carrera presidencial del 2018.

Peña Nieto una vez más tendrá que decidir entre lealtad y capacidad. Nuño asegura lo primero, Beltrones lo segundo. Y no es que el joven coordinador de Los Pinos carezca de habilidades; ha sido un operador eficaz entre la Presidencia, los partidos y las cámaras a propósito del Pacto por México, primero, y las reformas constitucionales, después. Pero es evidente que a sus 38 años de edad no ha tenido un pulso de la complejidad del mosaico de fuerzas políticas a todo lo largo del territorio nacional. Un ingrediente que necesariamente requiere el piloto que dirija esa gran carpa nacional que es el PRI.

Se dirá con razón, que el PRI es un partido que se subordina al Presidente del país. Está en su código genético. Pero recordemos que las principales derrotas que ha sufrido en la disputa por las gubernaturas proceden de la incapacidad para aquilatar los puntos de vista y el peso específico de las corrientes locales. No se puede ceder a todas ellas pero tampoco ignorarlas. De allí que el dirigente nacional del PRI necesite experiencia y un olfato sensible.

Las opciones de Peña Nieto no se reducen a Nuño o a Beltrones. Pero el dilema sí: ¿optará por el control o por la habilidad? ¿Hará del PRI una extensión de Los Pinos o una fuerza política que mire por el partido y no sólo por el grupo mexiquense? Haga sus apuestas.

Economista

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