Con el triunfo de Donald Trump, para ocupar por segunda ocasión la Presidencia de los Estados Unidos, se han prendido las alertas y yo diría las alarmas migratorias, ante la oferta de campaña que formuló en su campaña quien deberá asumir su cargo el próximo 20 de enero, para deportar de manera masiva a migrantes indocumentados que se encuentren es su país-

Hay un estimado de 10.6 millones a 12 de inmigrantes indocumentados en los Estados Unidos, lo que representa 3.2 y el 3.4 por ciento de su población, de los cuales un 40 por ciento son mexicanos y con el conjunto de otras nacionalidades se estima llevan residiendo por más de 10 años en el vecino país del norte.

La oferta de campaña presidencial que el próximo presidente ofreció fue una política de seguridad fronteriza, cierre de fronteras y establecimiento de restricciones para su traspaso, detenciones y deportaciones masivas, as como proseguir con la construcción de un muro fronterizo.

Tema central será sin lugar a dudas el de las deportaciones, que se estima sean en 1.5 millones a 2 millones, ya que eso afecta tanto a los Estados Unidos como a los países, tanto el mexicano, centroamericanos y asiáticos principalmente, ya que por un lado los reportados son mano de obra calificada y muy barata, de tal manera que quien podría realizar sus trabajos vacantes, y por otra parte para los países de donde provienen sería la pérdida de la llegada de remesas enviadas por nuestros paisanos.

El golpe a la economía mexicana sería altísimo si se tiene estimado que tan sólo en el año 2024 se estará cerrando con envíos de 63,700 millones de dólares que se derraman en todo el territorio nacional, principalmente en las zonas rurales o más pobres. Superan en mucho el ingreso en dólares que se tiene por la actividad turística. Se supone que los mexicanos deportados sería un millón por lo menos, por lo que esa disminución económica sería en un 10% de las divisas estadounidenses.

Pero si nos retrotraemos al flujo migratorio de hace seis años, nos podemos encontrar con el drama del ingreso a nuestro territorio donde ya se dice que tan sólo hermanos venezolanos estarán esperando en nuestros estados fronterizos en número de 80 mil que vienen huyendo de la dictadura de Nicolás Maduro, más lo que se acumulen de otros países y que ya han comenzado a transitar desde nuestra frontera sur en búsqueda del sueño americano.

Del millón de mexicanos se tiene un estimado que serían deportados otro millón de distintas nacionalidades que serían depositados en los estados fronterizos, aun cuando nuestro país no tiene la denominación de “tercer país“ y que se refiere ser un lugar de tránsito y que no es el país de origen y que de ser así se podría dar asilo o refugio a migrantes no mexicanos, con acuerdos bilaterales fortalecer el flujo migratorio de repatriación, y en casos de emergencia ofrecer protección temporal para aquellas personas que vienen huyendo de conflictos armados. Sin embargo, en los hechos nuestro país, en caso de darse esa repatriación, aun cuando no sea considerado un “país seguro” se verá por razones humanitarias convertirse en los hechos como tal con lo que esto implica: dar casa, vestido y sustentos a tantos hermanos migrantes, para lo cual no estamos preparados.

Otra de las presiones que se tendrán para obligarnos a imponer un “muro militar” en la frontera militar e impedir el flujo de migrantes centroamericanos, sudamericanos y caribeños que transitan esa nuestra frontera, para lo cual se estaría disponiendo de decenas de miles de efectivos de la hoy militarizada Guardia Nacional y que tienen la importantísima labor de atender tareas de seguridad interna para restablecer la paz y el orden en todo el territorio nacional.

Ante esa problemática, nadie debemos cerrar los ojos y juntos, sociedad-gobierno, debemos unirnos para ayudar para atender tan importante fenómeno, comenzando con los de casa y, en el caso de Querétaro, veo con satisfacción que siguen llegando más inversiones, para la generación de más y mejores empleos. Ojalá Querétaro fuera todo México.

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