Cien días fue lo que en 1815 duró la pretensión del emperador Napoleón de retornar al poder en Francia y concluyó con su derrota en la batalla de Waterloo, para enviarlo a reclusión a la Isla de Elba, donde finalmente murió, como 100 días fueron los primeros que transcurrieron en 1933 cuando el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Franklin D. Roosvelt, que ofreció actuar con velocidad para atender los problemas a los que se enfrentaba la nación después del término de la Primera Guerra Mundial.
De lo anterior no se podría decir que la titular hubiera convocado a sus adeptos el pasado domingo para festejar una derrota en los 100 días de su gobierno, sino antes bien como lo hacen la mayoría de los gobiernos en nuestro país, en los tres niveles de gobierno, para hacer un corte de caja de lo acontecido en ese inicio de su ejercicio gubernamental, como lo hizo el 32º. presidente de EU y que logró diversas acciones junto con su congreso para atender la emergencia en la que se encontraba su país.
Sin lugar a dudas los primeros 100 días de administración federal, que su titular celebró el domingo con sus afines en el Zócalo de Ciudad de México, han estado marcados por las reformas constitucionales heredadas de su predecesor, Andrés Manuel López Obrador, que debilita el equilibrio de los Poderes del Estado y sus instituciones autónomas, los esfuerzos para cambios en seguridad y principalmente las incertidumbres económicas y políticas marcadas, sobre todo, por el inicio de la segunda administración de Donald Trump en Estados Unidos, el 20 de enero.
Desde luego se vislumbran claroscuros en las acciones en estos primeros 100 días de ejercicio de gobierno por parte de la titular del ejecutivo, como puede ser las reformas constitucionales que iniciaron desde el sexenio pasado y que podría llevarnos a que el Estado recupere la rectoría de sectores clave, quite poder a las redes criminales y ejecute más políticas públicas, pero que podría desembocar en un proceso de centralización que apague la crítica, que vuelva inoperante al Congreso o consolide un Estado de partido único. Es más, prácticamente está desaparecido el Poder Legislativo y está a punto de serlo el Poder Judicial.
En cuanto a la seguridad, se vislumbra una política donde al parecer no se apuesta por la continuidad, aun cuando los efectos de este cambio tardarán en dar resultados. En lugar del “Abrazos, no balazos” de su antecesor, hay acciones tenues contra los cárteles, que ha llevado a judicializar según datos del Sistema Nacional al doble del sexenio anterior, incautación de droga y diversos operativos contra redes criminales locales. Pasando todo ello por una reforma legal que empodera al titular de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, aun cuando tiene menor presupuesto para su operación.
Como ya se expresó, no únicamente nos encontramos con las condiciones internas, sino que juega sustancialmente las acciones del cómo las vaya a realizar el nuevo gobierno de los Estados Unidos de Norteamericano, identificándose tres temas clave: el comercio, la migración y la seguridad, fuertemente condicionados a las acciones que tome el futuro presidente estadounidense que ha amenazado con aranceles, deportaciones masivas o acciones más directas contra los cárteles.
No hay que pasar por alto que la política exterior está sujeta a si las amenazas se concretan en acciones, aun cuando considero que por lo menos en una menor medida sí se estarán estableciendo, con las implicaciones que ello conlleve, y otro elemento importante es el apoyo abierto expresado por el gobierno federal en favor de gobiernos de los llamados ¨progresistas¨ como lo son Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Finalmente y ciertamente en virtud que este gobierno se debe a lo construido por quien le antecedió, por ello no es de extrañar el pleno reconocimiento que realizó y la ratificación que se ha planteado para construir lo que ha denominado como la ¨construcción del segundo piso de la Cuarta Transformación¨ y con ello podría confirmarse que hoy todavía se continua en una campaña política electoral.